La fe tóxica mata

5 Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, lo puso sobre la parte más alta del templo, 6 y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, lánzate hacia abajo; porque escrito está:
»“A sus ángeles mandará alrededor de ti”,
y también:
“En sus manos te sostendrán,
Para que no tropieces con piedra alguna.”»
7 Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios”.» (Mateo 4:5-7 RVC)

Al momento de escribir estas líneas me encuentro triste. Es el undécimo día desde que decidimos suspender servicios y reuniones presenciales en nuestra congregación, como medida para combatir la propagación del COVID-19.  Cuando tomamos esta decisión, ya la Organización Mundial de la Salud había declarado la pandemia. No era asunto de fomentar el pánico, sino de ser responsables y no exponer a nadie a un posible contagio, ya que, a todas luces, en ese momento algunos(as) de nosotros estaríamos contagiados sin saberlo y nos convertiríamos en portadores del Coronavirus.  Uno de los proverbios bíblicos nos aconseja:
“El prudente ve el peligro y lo evita; el imprudente sigue adelante y sufre el daño.” (Proverbios 22:3 DHH)
Aquel Sábado, 14 de marzo, tuve que llevar a cabo algo que jamás había imaginado tendría que hacer: colocar letreros en las puertas del templo, indicando que estará cerrado hasta nuevo aviso. Me provocó gran dolor: he pasado mis 23 años de carrera pastoral invitando personas a entrar al templo, y en ese momento estaba haciendo todo lo contrario. Fue lo prudente.

Aquel día y en días siguientes, aún al momento de escribir estos pensamientos, observé iglesias y grupos religiosos desafiando lo que ya en muchos lugares son toques de queda oficiales. Algunos lo hacen citando pasajes bíblicos, a manera de amuletos mágicos que les protegerán de todo peligro y enfermedad...
“Caerán a tu lado mil, Y diez mil a tu diestra; Mas a ti no llegará.” (Salmo 91:7 RV60)
“El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende.” (Salmo 34:7 RV60)
Y no podía faltar el clásico,
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13 RV60)
Lanzados como si fueran píldoras para el dolor de cabeza, los pasajes bíblicos citados fuera de contexto pueden convertirse en instrumento de muerte en lugar de ser instrumento de vida. Todo esto me hizo recordar un episodio en la vida de Jesús, sobre el que leíamos al comienzo de la temporada de Cuaresma.  Cuenta el Evangelio Según Mateo que estando en el desierto, luego de haber ayunado por 40 días y noches, Jesús recibió la visita del tentador, quien con sus artimañas buscó poner en juego la identidad y misión del divino maestro...

Uno de los retos presentados ante Jesús, lo invita a lanzarse al vacío desde un lugar muy alto, teniendo como garantía de protección dos versos de la Escritura Sagrada (casualmente del Salmo 91). De primera intención, el desafío pudiera tener sentido: ¿Por qué no hacerlo, sobre todo cuando la “promesa bíblica” ha sido dada?  La respuesta de Jesús fue tajante: «No tentarás al Señor tu Dios» (Deuteronomio 6:16).

Mi madre me enseñó de pequeño que podemos confiar en el cuidado y la providencia divina; y también me enseñó a mirar ambos lados antes de cruzar una calle.  El mensaje bíblico nunca debe servir de fundamento para la imprudencia y la irresponsabilidad. Eso es fe tóxica. Y la fe tóxica ha costado muchas vidas a lo largo de la historia. Hablando sin rodeos: la fe tóxica mata.  Repito: la fe tóxica mata.

Estamos viviendo tiempos muy difíciles. Apenas estamos comenzando a ver la magnitud de la pandemia en nuestra propia comunidad Miamense. No es tiempo de aventurarse y descuidarse con el pretexto de que la fe de alguna manera nos hace inmunes. El pueblo creyente no está exento del dolor, la enfermedad y la muerte. Es tiempo de ser prudentes. Es tiempo de poner en práctica el amor al prójimo tomando todas las precauciones a nuestro alcance para evitar contagios. Es tiempo de mantener la distancia física a la vez que mantenemos la interacción social a través del teléfono o la internet. Es tiempo de hacer uso de la capacidad para razonar, cosa que identificamos como regalo de Dios. Es tiempo de ser pacientes. Esta gran prueba colectiva será superada, pero no con soluciones rápidas carentes de esfuerzo. Roguemos al Señor que nos conceda su gracia y su fortaleza para resistir durante esta gran calamidad, ejercitando la solidaridad y la empatía.

Soli Deo Gloria.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La vasija se echó a perder

Todo lo que respira

Parábola de los pescadores