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Para enfrentar el nuevo año

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“ En ese mismo instante Ana se presentó, y dio gracias a Dios y habló del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. ”  (Lucas 2:39 —texto completo en Lucas 2:22-40 , RVC)    Al acercarnos al final del calendario civil, observamos cómo se reanudan las tradiciones de hacer repasos y recuentos de lo ocurrido. De igual manera hemos estado ya observando los acostumbrados saludos y felicitaciones salpicados por una visión cuasi-mágica de lo que “el año nuevo traerá.”    Francamente el año que culmina ha sido difícil, muy difícil. Ha sido un año que ha planteado grandes retos, tristezas, penurias y dificultades en todas las esferas de la experiencia humana, a nivel personal y a nivel colectivo. No hay duda de que en muchas familias, al calcular el balance de vivencias, lejos de quedar huellas, lo que queda son cicatrices que representan amarguras y dolores que no quisiéramos recordar jamás. Con toda razón tantas personas esperan con ansias que el año se termine de una vez y co

¡Cómo quisiera...!

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¡Cómo quisiera que rasgaras los cielos y bajaras! ¡Que los montes se derritieran ante ti como ante un fuego abrasador que todo lo funde, como un fuego que hace hervir el agua! ¡Así tu nombre sería reconocido por tus enemigos, y las naciones temblarían en tu presencia! (Isaías 64:1-2, RVC) Gran parte de la cristiandad comienza hoy la celebración de una temporada litúrgica conocida como “Adviento”. Esta temporada —que precede a la Navidad— se caracteriza por su énfasis en la espera de aquello que deseamos que ocurra, pero aún no acontece. En los tiempos del antiguo pueblo de Israel, esta espera estaba enmarcada en el anhelo de la restauración de la ciudad de Jerusalén y retorno del pueblo exiliado. En los tiempos del pueblo cristiano la espera está enmarcada en el retorno de Cristo. Ambos casos suponen una intervención de Dios en medio de las precarias situaciones humanas. El pasaje bíblico que hoy nos inspira hace patente ese deseo intenso por una intervención divina: “¡Cómo quisiera q

Y el segundo

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Jesús le respondió: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” Éste es el primero y más importante mandamiento. Y el segundo es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.»  (Mateo 22:37-40 RVC) El domingo más cercano al 31 de octubre se conoce en muchas partes del mundo como “Domingo de la Reforma Protestante” (en conmemoración a la fecha en que el monje Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la Catedral de Wittenberg, 1517). No pretendo escribir aquí sobre la historia de la reforma protestante, pero sí quiero enfatizar el concepto reforma . La Real Academia Española de la lengua, al definir el verbo “reformar”, hace mención de lo siguiente: «volver a formar; rehacer; modificar algo, por lo general con la intención de mejorarlo; reducir o restituir una orden religiosa u otro instituto a su primitiva observancia o disciplina; enmendar, corregir la cond

Los frutos que debe dar

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Imagen creada con IA. Jesús solía enseñar por medio de cuentos (llamados “parábolas”, en el argot religioso). El lugar de brindar elaboradas disertaciones teológicas llenas de lenguaje rebuscado, Jesús utilizaba cuentos con contenido que fuese familiar a su audiencia, cosa que facilitaba la interpretación y aplicación de sus enseñanzas a la luz de las experiencias cotidianas. Uno de esos cuentos conocido como “la parábola de los labradores malvados” ( Mateo 21:33-46 ), utilizó el escenario de un terreno arrendado para ilustrar las reacciones del pueblo de Israel hacia Dios y sus mensajeros. La parábola puede ser muy bien analizada en distintos planos y contextos, cosa que no haremos en esta breve reflexión. La propuesta en esta ocasión es enfocar las palabras de Jesús en su propia explicación y aplicación del cuento. Jesús dirigió estas fuertes palabras al liderato religioso de su tiempo, el cual, según el testimonio de los Evangelios, eventualmente conspiró con las autoridades imperia

Evidencia del amor

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Génesis 29.15-28, RVC Hoy continuamos nuestra travesía por la historia de Jacob (las dos reflexiones previas pueden ser leídas aquí y aquí ). Recordemos que el nombre “Jacob”, por la semejanza del sonido, es relacionado con el verbo hebreo que significa “hacer trampa” o “suplantar”. En los capítulos 25 y 27 de Génesis observamos a Jacob haciendo gala de su nombre: haciendo trampas y suplantando a su hermano para quedarse con los derechos de la primogenitura.  La presente narración nos muestra a Jacob entrando en contacto con su tío Labán, con quien también tendría una relación accidentada y marcada por las trampas y los engaños. No voy a entrar en los detalles de la trama. Me limito a decir que el tramposo fue víctima de una trampa por parte de su tío, quien aparentemente tenía más experiencia y sagacidad en esto de timar a la gente. Vale señalar que se trata de una narración muy antigua, que refleja los valores de sociedades nómadas patriarcales y polígamas, y no vamos aquí a juzgar

Date cuenta

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Génesis 28:10-19 RVC Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.»  (Génesis 28:16) Recientemente estaba leyendo un libro donde el autor utilizó la frase “gigantes de la fe” para referirse a los personajes bíblicos. Como comenté en un ensayo anterior [ La tiranía de lo inmediato ], me resisto a utilizar expresiones como “héroes de la Biblia” para identificar sus personajes: en primer lugar, porque este tipo de expresión empaña el hecho de que se trataba de gente como cualquiera de nosotros; y, en segundo lugar, porque sus acciones (como en el caso de Jacob) distan mucho de ser ejemplos de integridad.  La narración que hoy nos ocupa presenta a Jacob huyendo de su hermano Esaú, luego de haber concretado una artimaña que lo despojó de sus derechos como primogénito. Lo que parecía ser una movida sagaz de su parte, tuvo como consecuencia el quebrantamiento de la familia. Jacob (“el suplantador”) logró su objetivo de obtener la “bendición

La tiranía de lo inmediato

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  Génesis 25:27-34, RVC “Entonces Jacob le dio a Esaú pan y el guiso de lentejas, y Esaú comió y bebió; luego se levantó y se fue. Así fue como Esaú menospreció la primogenitura.” (Génesis 25:34) Las Escrituras Sagradas están repletas de historias que retratan la experiencia humana con toda la variedad de sus manifestaciones. En algunos círculos religiosos se utiliza la expresión “héroes de la Biblia” para referirse a muchos de sus personajes. Sin embargo, esta manera de identificarles suele distanciarnos del hecho de que se trataba de gente como cualquiera de nosotros, con más momentos “normales” que hazañas “heroicas”.  La narración que hoy nos ocupa es tan solo un episodio en una saga mayor: la historia de los hijos de Isaac (Génesis 25.19). Uno de ellos se llamaba “Esaú”, el cual gozaba de ciertos derechos reservados para el primogénito (el primero en nacer). El otro se llamaba “Jacob”, quien eventualmente sería conocido como “Israel”, el patriarca del pueblo hebreo. Los nombres e