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Amor y... punto.

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Arte gráfico por Rev. Marissa Galván-Valle.   “Cuando yo era niño, mi manera de hablar y de pensar y razonar era la de un niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé atrás las cuestiones típicas de un niño. Ahora vemos con opacidad, como a través de un espejo, pero en aquel día veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el más importante de todos es el amor.” (1 Corintios 13.11-13, RVC) Recientemente publiqué en redes sociales la bandera multicolores en apoyo al reconocimiento de la dignidad de las personas de la comunidad lgbtq+ (o «comunidad cuir», como se dice en Español). No había pasado mucho tiempo cuando uno de mis contactos reaccionó escribiendo un comentario condenatorio amparándose en la trillada frase “la palabra (i.e. la Biblia) es clara...” Comprendo el lugar desde donde la persona escribió: yo también estuve allí hace muchos años. Yo consideraba a las personas de

¡Que todo el pueblo del Señor fuera profeta!

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Números 11.24-30 , RVC    De cara a la celebración del Día de Pentecostés resulta interesante este texto que tenemos ante nuestra consideración.    Cuenta el capítulo 11 de Números que el pueblo de Israel en el desierto comenzó a quejarse del maná (pan del cielo) que Dios le proveía para su alimentación en el desierto. La gente querían comer carne y llegó a afirmar que estaba mejor en sus tiempos de esclavitud en Egipto.     Toda esta crisis provocada por el mal agradecimiento del pueblo, la narración bíblica, acarreó la ira divina y el disgusto y frustración de Moisés, quien se quejó ante Dios por haberlo puesto frente a semejante pueblo:  «¡Yo solo no puedo soportar a todo este pueblo! ¡Me es una carga demasiado pesada! Si así me vas a tratar, voy a agradecerte que me mates. Y si acaso merezco tu favor, ¡no me dejes ver mi propia desgracia!» (11.14-15).    Dios brindó dos respuestas al dilema de Moisés. En segundo lugar, Dios decidió enviarle al pueblo carne (de codorniz) hasta que

Odiando en nombre de Dios

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  Hechos 7:55-60, DHH     “Mientras lo apedreaban, Esteban oró, diciendo: ‘Señor Jesús, recibe mi espíritu.’ Luego se puso de rodillas y gritó con voz fuerte: ‘¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!’ Habiendo dicho esto, murió.” (Hechos 7:59-60).    Recientemente ha estado circulando por los medios un vídeo de la predicación de una pastora evangélica puertorriqueña. El mismo ha causado revuelo por estar saturado de expresiones racistas, clasistas y homofóbicas, vociferadas en un aire de prepotencia y violenta arrogancia. (No voy a colocar el vídeo aquí para no alimentar más el morbo colectivo).     En días siguientes hubo algunas expresiones públicas de otros líderes eclesiales en rechazo al mensaje compartido (más bien, gritado) por la pastora en cuestión. En verdad me alegra que hayan voces que se distancien de la susodicha predicación. Los discursos de odio tienen que ser rechazados y la violencia religiosa –abierta o implícita– tiene que ser repudiada.     El odio revestido d

Teníamos la esperanza

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( Lucas 24.13-35, RVC ) El pasaje que hoy te invito a leer y meditar contiene una de las narraciones más bellas de todas las Escrituras Sagradas. En él se cuenta la experiencia de unos discípulos de Jesús que iban caminando desde la ciudad de Jerusalén a una aldea llamada Emaús, el domingo siguiente a la tortura y ejecución de Jesucristo. La narración, no solo es hermosa, sino también muy profunda. No obstante, hoy quisiera concentrar nuestra atención en dos aspectos. En primer lugar, observamos el nivel de desánimo de aquellos discípulos. Por lo que se desprende de la lectura, los podemos imaginar cabizbajos, caminando lentamente, casi arrastrando los pasos. No es muy difícil hacer esa imagen mental, pues también sabemos lo que se siente. Hemos caminado esa misma jornada a lo largo de nuestra vida. Incluso, tal vez tú o yo la estemos experimentando en estos días: esa jornada de lamento, tristeza y angustia caracterizada por la ausencia de ánimo para dar el próximo paso.  Uno de aquell

El encargo

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La noche de ese mismo día, el primero de la semana, los discípulos estaban reunidos a puerta cerrada en un lugar, por miedo a los judíos. En eso llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «La paz sea con ustedes.» Y mientras les decía esto, les mostró sus manos y su cogoado. Y los discípulos se regocijaron al ver al Señor. Entonces Jesús les dijo una vez más: «La paz sea con ustedes. Así como el Padre me envió, también yo los envío a ustedes.» Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les serán perdonados; y a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados.» (Juan 20:19-23, RVC) Durante los domingos siguientes a la celebración de la resurrección de Jesucristo, la iglesia cristiana suele leer pasajes bíblicos relacionados con el tema. Ya sea alguna de las narraciones de los cuatro Evangelios, o algún pasaje de los demás documentos bíblicos, las lecturas de alguna manera contemplan el tema de la vida nueva que encont

¿Quién? ¿Yo? — ¿Cómo saber que Dios me está llamando a un oficio eclesial?

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[ DEL BAÚL DE RECUERDOS:  Escribí esta breve reflexión para el Calendario de Misión  del Sínodo Presbiteriano Boriquén en Puerto Rico, publicado en el año 2003. La (re)publico aquí en su integridad con algunos ajustes pare reflejar lenguaje incluyente. El arte fue realizado por el Rev. Dr. Pablo Rojas Banuchi (QEPD): lo incluyo aquí con gratitud a Dios, honrando la memoria de quien fuera mi amigo de la infancia y compañero ministerial en la Iglesia Presbiteriana (EEUU).] Mucho hablamos en la Iglesia sobre el llamado o los llamados de Dios, pero usualmente lo relacionamos con «otra gente». Pero, ¿Qué pasa cuando se trata de una o uno mismo? ¿Has sentido el llamado de Dios a servirle? ¿Cómo puedes saber que Dios te está llamando? y ¿Cómo puedes saber a qué Dios te está llamando? Lo que te voy a compartir no es una receta mágica, simplemente son algunas reflexiones sobre el llamado de Dios que parten, por supuesto, de la experiencia personal y eclesiástica. En primer lugar, el llamado c

Del baúl de recuerdos: «Reflexiones sobre el ataque terrorista»

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[Publiqué estas reflexiones originalmente en el Hato Rey Informa , boletín de la Iglesia Presbiteriana en Hato Rey, Puerto Rico, de la cual fui pastor cuando ocurrieron los lamentables hechos del Martes, 11 de septiembre de 2001. El boletín fue distribuido a los asistentes al servicio del Domingo siguiente.   Al cumplirse un aniversario más de la tragedia, comparto a continuación aquellas palabras pastorales.] Parecía sacado de una de esas películas como la serie  “Die Hard” . Pero lo cierto es que lo que nuestros ojos veían en la televisión el pasado Martes no era una escena de Hollywood. Era una triste escena de la cruda realidad. No había efectos especiales... la destrucción, la explosión, el fuego y el derrumbe que vimos era real. No había actores ni actrices cobrando grandes sumas de dinero por aparentar tristeza y pánico... los rostros angustiados y desesperados eran verídicos; las lágrimas derramadas no eran artificiales, se trataba de lágrimas de profundo dolor... En medio de t