Una cosa te falta

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Cuenta el Evangelio Según Marcos que en una ocasión, un hombre joven se acercó a Jesús para preguntar qué debía hacer para “heredar la vida eterna” (10:17-31). Durante el diálogo el joven le asegura a Jesús ser un fiel practicante de los mandamientos prescritos en su tradición religiosa. Acto seguido la narración continúa...

“Jesús lo miró con cariño, y le contestó:

—Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme.

El hombre se afligió al oír esto; y se fue triste, porque era muy rico.” (Marcos 10:21-22 DHH)

Luego de alejarse este joven, se desarrolla una conversación entre Jesús y sus discípulos sobre el tema de las riquezas.

Al examinar cuidadosamente las enseñanzas de Jesús según testificadas en los Evangelios, observaremos que el tema del uso de las riquezas y posesiones materiales es más frecuente de lo que imaginamos. No obstante, en el mejor de los casos, se trata de un tema casi ausente en la cotidianidad de las iglesias; y en el peor de los casos, líderes religiosos elaboran enseñanzas distorsionadas, partiendo de fuentes ajenas a Jesús, para maquillar la codicia como “prosperidad y bendición”.

Debido a nuestra socialización, se hace difícil concebir un estilo de vida que no esté fundamentado en el consumismo y la acumulación de capital. Se nos enseña que “progreso” es tener más y más... y más. Nuestra sociedad eleva en un pedestal a “los ricos y famosos”, como figuras a emular. La meta es subir en la escala socioeconómica. El “éxito” es medido en números, no en calidad. Cuando resbalamos en dicha trampa, imagino la mirada cariñosa de Jesús diciéndonos “una cosa te falta”.

El tema tiene muchas ramificaciones contextuales, pero el principio es simple: el seguimiento de Jesús nos invita a reevaluar nuestra forma de vivir. No se trata de padecer sufriendo carencias, sino de liberarnos del apego a las “cosas”, romper las cadenas del consumismo, dejar atrás la avaricia y la ambición, practicar una vida sencilla y desprendida que salga de la prisión del individualismo y se inserte en la búsqueda del bienestar común.

Es pertinente observar que cuando Jesús dijo que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo 6:24), no estaba contraponiendo a “Dios” y “el diablo”, sino “Dios” y “las riquezas”. Tal contraste debiera llamar nuestra atención hacia cuál es el verdadero “enemigo” de una vida justa, recta y compasiva.

Cabe entonces preguntar, ¿tendremos la disposición de aceptar la invitación de Jesús a cambiar nuestra forma de pensar y de actuar?, o ¿nos iremos tristes como aquel joven, permaneciendo bajo el amarre de nuestras posesiones? No vivamos en la paradoja de ostentar multiplicidad de “cosas”, mientras lo más importante nos falta.

Soli Deo Gloria.

(Pentecostés 21 / Tiempo Ordinario 28 / Propio 23, Ciclo B)

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