Todo lo que respira

«¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!» -- Salmo 150.6

[Una breve reflexión sobre la adoración a Dios en tiempos de aislamiento y cuarentena*]

La lectura completa: Salmo 150

El Libro de los Salmos es básicamente un himnario o cancionero. Desafortunadamente no tenemos acceso a las melodías con las cuáles se cantaban los salmos, pero tenemos acceso al mensaje contenido en dichas composiciones. Aunque muchos de los Salmos se atribuyen al rey David, los Salmos no son producto de un solo autor, sino de muchos autores en diversos tiempos, lugares y circunstancias. De modo que viene a ser una colección de poemas --en su mayoría oraciones-- que reflejan diversas etapas de la vida humana comunitaria en relación con Dios.  

El Salmo que hoy consideramos da cierre a la obra completa con una contundente exhortación a la adoración a Dios. Su primera invitación o llamado es a alabar a Dios “en su templo” (v .1), pero no lo limita al recinto del templo, sino que lo extiende hacia “la majestad del firmamento.”  De esta manera el salmo nos está recordando que la adoración a Dios no está confinada a un momento o espacio específico, sino que Dios debe ser alabado en todo tiempo y todo lugar. 

Esto cobra especial pertinencia en estos tiempos que --por razones de salud pública-- no es prudente congregarnos en un mismo espacio. Por muchas de nuestras mentes seguramente habrá pasado una pregunta muy legítima: “¿Puede haber adoración si no estamos juntos en el templo?” La respuesta que recibimos del Salmo es un rotundo “sí.”  Mucho antes de la pandemia y las cuarentenas hemos enseñado que la adoración no es algo que usted viene (al templo) a ver, sino algo que todas y todos debemos hacer. Al culto de adoración a Dios le llamamos «liturgia», un término griego que significa “la obra comunitaria, la obra del pueblo.” Con esto en mente, cada semana nuestra iglesia local ha estado distribuyendo recursos escritos que nos pueden guiar en la experiencia de adoración. Al utilizar estas guías de facto afirmamos la unidad espiritual de la iglesia, aunque estemos físicamente distanciados. Al elevar las oraciones, leer las Escrituras y recibir el sermón o la reflexión, debemos hacerlo con la conciencia de que hermanas y hermanos en otros lugares también lo están haciendo. Al disponernos a separar un tiempo en la semana para la adoración, allí en la intimidad del hogar, debemos rogar a Dios que cada una de nuestras hermanas y hermanos también sean edificados en la fe cuando participen desde sus respectivos lugares. Nuevamente, la adoración a Dios no es algo que miramos como meros espectadores como quien mira una película o programa de televisión; la adoración a Dios es algo de lo cual todas y todos debemos participar.

El Salmo 150, luego de exhortar a alabar a Dios en todas partes (vv. 1-2), hace mención de todos los instrumentos musicales conocidos en su tiempo (vientos, cuerdas y percusión, vv. 3-5), y culmina con una expresión de inclusión absoluta (v. 6): “¡Que todo lo que respira alabe al Señor! ¡Aleluya!” Dejemos que dicha expresión se asiente en nuestras mentes y corazones: todo lo que respira alabe al Señor... “Todo lo que respira” es un llamado que no excluye a nadie: tú y yo, doquiera que estemos somos convocados a elevar nuestras alabanzas al Señor, nuestro Creador, Redentor y Sustentador.

Soli Deo Gloria.

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(*) Esta reflexión fue publicada originalmente para la Primera Iglesia Presbiteriana Hispana en Miami, el Miércoles 26 de agosto de 2020.

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