Que salgan pronto
No decían “buenas tardes”.
No decían “que se mejoren”.Decían “que salgan pronto”.
Ese era el mantra que la mayoría de las personas decían al salir de la oficina médica.
Conseguir médicos especialistas en Puerto Rico es cosa complicada. Contamos con una de las escuelas de medicina más prestigiosas en la región. Sin embargo, gran parte de nuestros médicos especialistas se ven en la necesidad de emigrar al Norte – como muchas otras familias que a través de los años se unen a las cerca de ocho millones de personas puertorriqueñas que viven fuera de la Isla. La realidad de esta colonia (primero española y ahora estadounidense) es complicada – tema para otra ocasión.
Cuando se consigue al médico especialista, si tiene espacio, la cita es otorgada para dentro de tres, cuatro, y a veces, seis meses. En tres meses el tumor crece. En tres meses los pulmones se siguen deteriorando. En tres meses la condición que nos haya llevado a buscar la cita médica puede tornarse irreversible. Una vez llega el día de la cita, entonces viene la espera en la oficina médica. Aun cuando se tenga cita para ese día, lograr un turno es otra cosa. Pueden pasar varias horas mientras se está en la sala en lo que llega el turno para recibir la necesaria atención…
Por eso, una vez son atendidas, las personas que salen dicen a las demás: “Que salgan pronto”. Lo cierto es que nadie va a salir “pronto”; la frase es más bien una expresión de solidaridad y resignación. El “pronto” llega, eventualmente, pero no es “pronto”. De ahí que, gústenos o no, tenemos que aprender a esperar y desarrollar paciencia. (Quizás sea por eso que a las personas enfermas en hospitales y oficinas médicas se les llama “pacientes”.)
Ahora bien, a los seres humanos, particularmente en sociedades como la nuestra, no nos gusta esperar, y la paciencia es una virtud que no es fomentada ni cultivada. Queremos lo que queremos “ahora”, “ya”, “pronto”, no tenemos “tiempo que perder”, cada segundo cuenta. Solo por dar un ejemplo: el iPhone del año anterior, ahora es considerado “lento” y nos endeudamos para comprar el que acaba de salir –ese que es más potente y más veloz. La obsesión con la rapidez eventualmente desemboca en frustración al tropezarnos con la realidad de que, en la vida, las cosas suceden cuando suceden y no cuando queremos.
Cuando se consigue al médico especialista, si tiene espacio, la cita es otorgada para dentro de tres, cuatro, y a veces, seis meses. En tres meses el tumor crece. En tres meses los pulmones se siguen deteriorando. En tres meses la condición que nos haya llevado a buscar la cita médica puede tornarse irreversible. Una vez llega el día de la cita, entonces viene la espera en la oficina médica. Aun cuando se tenga cita para ese día, lograr un turno es otra cosa. Pueden pasar varias horas mientras se está en la sala en lo que llega el turno para recibir la necesaria atención…
Por eso, una vez son atendidas, las personas que salen dicen a las demás: “Que salgan pronto”. Lo cierto es que nadie va a salir “pronto”; la frase es más bien una expresión de solidaridad y resignación. El “pronto” llega, eventualmente, pero no es “pronto”. De ahí que, gústenos o no, tenemos que aprender a esperar y desarrollar paciencia. (Quizás sea por eso que a las personas enfermas en hospitales y oficinas médicas se les llama “pacientes”.)
Ahora bien, a los seres humanos, particularmente en sociedades como la nuestra, no nos gusta esperar, y la paciencia es una virtud que no es fomentada ni cultivada. Queremos lo que queremos “ahora”, “ya”, “pronto”, no tenemos “tiempo que perder”, cada segundo cuenta. Solo por dar un ejemplo: el iPhone del año anterior, ahora es considerado “lento” y nos endeudamos para comprar el que acaba de salir –ese que es más potente y más veloz. La obsesión con la rapidez eventualmente desemboca en frustración al tropezarnos con la realidad de que, en la vida, las cosas suceden cuando suceden y no cuando queremos.
Las comunidades de fe cristiana dan inicio hoy a una temporada conocida como Adviento (del latín “adventus”, que significa arribo, venida, llegada.) El Adviento conmemora dos acontecimientos importantes en nuestra fe: la espera del pueblo antiguo por la llegada de un “mesías” (cosa que vio su cumplimiento en el nacimiento de Jesucristo) y la espera del pueblo creyente por el regreso del Señor marcando el fin del mal y las injusticias y el eterno establecimiento de su reino de amor y paz. Esta conmemoración nos provee una magnífica oportunidad para cultivar la paciencia y afirmar la esperanza.
Uno de los pasajes bíblicos para esta ocasión es un Salmo –una oración cantada– donde quien ora dice: “Todo el día espero en ti…” La esperanza no es una experiencia fugaz. La esperanza trasciende el tiempo y el espacio. La esperanza nos permite resistir la frustración y la angustia presente. La esperanza nos ayuda a enfrentar las penurias y dificultades sin desmayar ni claudicar. Tengamos apertura a hacer las paces con el tiempo de espera, colocando nuestra esperanza en donde debe estar: centrada en el Divino Ser que se acerca a nuestras realidades cotidianas, aún en formas inimaginables: “Todo el día espero en ti; enséñame a caminar en tu verdad, pues tú eres mi Dios y salvador” (Salmo 25:5 RVC).
Soli Deo Gloria.
Rev. José Manuel Capella-Pratts
Primera Semana de Adviento / Ciclo C
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