Algunas consideraciones sobre el "Día de Acción de Gracias"

Ha llegado nuevamente la fecha en que celebramos «El Día de Acción de Gracias».  La narrativa “oficial” del "Mayflower", los peregrinos y los nativo-americanos ha sido releída desde perspectivas menos romantizadas que aquella que me enseñaron en la escuela primaria hace varias décadas.  Cuando se mira hacia ese pasado, hay que hacerlo con la contrición de los genocidios cometidos por la inmigración europea y sus conquistas en Las Américas.

No obstante, indistintamente de las diversas perspectivas sobre el pasado, el Día de Acción de Gracias es una celebración muy importante en nuestra cultura, tanto en el plano civil como en el plano religioso.  Muchas personas, según sus posibilidades, suelen viajar largas distancias para compartir con sus familiares y disfrutar el tradicional menú.  Es una linda oportunidad para reconectarse con seres queridos y tomar tiempo para la reflexión colectiva.  De cara a esta especial ocasión quisiese acentuar la importancia de que nuestras celebraciones se lleven a cabo de forma sobria y consciente.

En primer lugar, debemos cuidarnos de que el Día de Acción de Gracias no se convierta en “el día del pavo”, ni en la víspera del “Black Friday”.  Recordemos con solidaridad a tantas y tantos que no pueden compartir con sus familias por tener que trabajar al servicio de los imperios del consumo. Incluso, ya hay analistas refiriéndose a esta práctica como “Black Thursday”. 

En segundo lugar, debemos evitar que nuestras celebraciones se conviertan en ejercicios de autogratificación y autojustificación. En este tiempo suelen manifestarse expresiones como “sé agradecido(a), pues puedes ver mientras otros(as) carecen de la vista, tienes movimiento mientras otros(as) se encuentran paralíticos(as), tienes una casa mientras hay tantos que no cuentan con un techo para resguardarse...” y cosas por el estilo.  Aunque la invitación a apreciar lo que se tiene puede ser bien intencionada, la implicación de esas expresiones es horrenda: sentir gratificación al comparar las posesiones propias con las carencias de otras personas.

En tercer lugar, debemos evitar echar nuestra responsabilidad colectiva a Dios...  ¡Qué muchas veces, frente a mesas repletas de alimentos que no se va a consumir, se pronuncian oraciones con la clichosa: frase “Dios, provee para quienes que no tienen”! De esta manera terminamos desentendiéndonos de la inequidad y la injusticia social pues, a fin de cuentas, le estamos pidiendo a Dios que se ocupe del problema.

En cuarto lugar, debemos cuidarnos de enfocar el asunto de la gratitud en “cosas” y no en “esencias”.  Debemos hacer la transición del “tener” al “ser”, movernos de una vida orientada hacia sí misma e indolente ante las necesidades ajenas a una vida compasiva, desprendida y solidaria, evolucionar del “yo” al “nosotros(as)”. Observemos que la oración modelo no dice “dame hoy mi pan diario”, sino “danos hoy nuestro pan diario”.

Por último, estimado lector(a), te invito a considerar una invitación que año tras año sigo planteando en diversos medios: Sé tú la razón por la que otras personas se sientan agradecidas.

Soli Deo Gloria.

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