Les pido perdón
Hoy escribo esta breve nota para pedir perdón. Sí, perdón. Particularmente ruego perdón a compañeros(as) de escuela superior y universidad por haberles tratado con arrogancia religiosa... por haberme trepado en mi propio pedestal de autojustificación e ínfulas de santidad... por haber mirado con desdén a quienes no profesaban las ideas religiosas de la misma manera que yo las entendía... por haber tratado con menosprecio e intolerancia a quienes no compartían lo que yo entendía como “la(s) doctrina(s) correcta(s)”. Mis intenciones no eran malas, pero aún así, desde mi ignorancia reconozco que en ocasiones les pude haber lastimado con mi fanatismo y mi fervor.
Los años de educación teológica, la experiencia pastoral y la maduración personal en la fe cristiana me han llevado a redescubrir cada día el carácter esencial de la enseñanza y la práctica de Jesucristo. Su tema era el reino de Dios: un estilo de vida, una práctica cotidiana caracterizada por la humildad, la compasión, la justicia, el amor. En Jesucristo encuentro manifestado ese concepto al que teológicamente llamamos «gracia de Dios»: el amor apasionado e incondicional de Dios por sus criaturas, el abundante favor de Dios otorgado gratuitamente a quienes no lo podemos ganar ni merecer, la compasión divina que se derrama para la humanidad por encima de dogmas y credos... Esa gracia de Dios me hace libre, me hace expandir los horizontes de mi pensamiento y me hace abrir el corazón para hallar reconciliación con Dios, con el prójimo, con la naturaleza y con mi propio ser.
No he llegado a la meta, pero estoy en el camino. La experiencia de la fe cristiana es una jornada en la cual cada día constituye una nueva oportunidad para mirar bien a Jesucristo y seguir sus huellas. Soy a la vez un "pecador" en constante conversión y un "fariseo" en rehabilitación. Mi oración a Dios es que me conceda pensar, sentir y actuar como Jesucristo. En ese proceso de aprendizaje continuo sé que tropezaré y caeré muchas veces, pero estoy convencido de que la gracia de Dios me levantará y seguirá enderezando mis pasos hacia la dirección correcta. Espero que nos volvamos a encontrar, juntos(as), en el camino...
Los años de educación teológica, la experiencia pastoral y la maduración personal en la fe cristiana me han llevado a redescubrir cada día el carácter esencial de la enseñanza y la práctica de Jesucristo. Su tema era el reino de Dios: un estilo de vida, una práctica cotidiana caracterizada por la humildad, la compasión, la justicia, el amor. En Jesucristo encuentro manifestado ese concepto al que teológicamente llamamos «gracia de Dios»: el amor apasionado e incondicional de Dios por sus criaturas, el abundante favor de Dios otorgado gratuitamente a quienes no lo podemos ganar ni merecer, la compasión divina que se derrama para la humanidad por encima de dogmas y credos... Esa gracia de Dios me hace libre, me hace expandir los horizontes de mi pensamiento y me hace abrir el corazón para hallar reconciliación con Dios, con el prójimo, con la naturaleza y con mi propio ser.
No he llegado a la meta, pero estoy en el camino. La experiencia de la fe cristiana es una jornada en la cual cada día constituye una nueva oportunidad para mirar bien a Jesucristo y seguir sus huellas. Soy a la vez un "pecador" en constante conversión y un "fariseo" en rehabilitación. Mi oración a Dios es que me conceda pensar, sentir y actuar como Jesucristo. En ese proceso de aprendizaje continuo sé que tropezaré y caeré muchas veces, pero estoy convencido de que la gracia de Dios me levantará y seguirá enderezando mis pasos hacia la dirección correcta. Espero que nos volvamos a encontrar, juntos(as), en el camino...
Hermoso pensamiento.... Un abrazo....
ResponderEliminarGracias, Diana. Mientras más estudio a Jesucristo, más me percato de lo mucho de nos distanciamos de sus enseñanzas.
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