De tal manera

Víspera de Navidad
Miami, FL
24 de diciembre de 2021

Ya es medianoche. No es necesario mirar el reloj. El sonido de los petardos y cohetes tronando en la calle se encargan de anunciar el final del día 24 y el comienzo del día 25. Observo los coloridos fuegos artificiales mientras de fondo escucho un Servicio de Nochebuena al ritmo de Jazz, transmitido por Youtube. Muchos pensamientos revolotean por mi mente de forma enérgica y desorganizada —algunos son alegres, otros tienen un sabor a nostalgia, y otros vienen acompañados de tristeza y dolor; todos coexistiendo sin pretender monopolizar mi atención. 

Desde mi sofá observo las luces del balcón. Este año coloqué luces multicolores que me hacen pensar en la diversidad humana. Hay quienes consideran la diversidad como una carga o un problema. No obstante, la diversidad es una gran bendición si tan solo aprendemos a valorarla. La diversidad nos enriquece y nos complementa. La diversidad es un don del Creador, ese gran artista que adornó y sigue adornando la naturaleza con múltiples colores, olores, texturas y sabores.

Desde mi sofá también observo nuestro arbolito de Navidad. Es uno de esos modelos conocido como “árbol tipo lápiz”, pues es alto (7 pies) y delgado, muy apropiado para el limitado espacio que tenemos en nuestro pequeño apartamento. Se ve hermoso. Este año, mi amada lo decoró magistralmente con figuras y adornos en su mayoría pertenecientes al fantástico universo de Star Wars —cosa que inevitablemente me transporta a los recuerdos de una niñez muy feliz. A los pies del árbol se encuentra la escena de la Natividad compuesta por figuras de cerámica confeccionadas por una de mis tías —la que sembró y cultivó en mí la fascinación y el gusto por las decoraciones navideñas. A los pies del árbol también se encuentran los regalos. Algunos los colocó mi amada, otros los coloqué yo, y otros los hemos recibido por correo o personalmente de parte de familiares y amistades que han querido manifestarnos su cariño y su amor.

Mientras contemplo la hermosura de los regalos y la estampa navideña, la multitud de pensamientos que han estado revoloteando en mi mente despejan la zona y abren paso a un solo pensamiento, un texto bíblico que aprendí de memoria cuarenta y tantos años atrás: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).  Mi curiosa mente se interroga a sí misma, ¿Por qué no mejor recuerdas alguno de los textos bíblicos de la Natividad? ¿Por qué no mejor recuerdas algún verso de Lucas o Mateo? Mientras pondero estas cosas, las palabras vuelven a resonar: “...de tal manera amó Dios... que ha dado...”  Entonces comprendo —el amor es lo que impulsa el obsequio: el amor da. Y ese es el corazón de lo que en Navidad conmemoramos. Porque Dios ama es que Dios ha dado el mayor obsequio, el mayor regalo —su propio Ser, su gracia eterna, su amor inagotable encarnado en el recién nacido de Belén. 

Es mi oración que en este tiempo de Navidad seamos capaces de recibir con brazos abiertos el regalo de Dios. Y no solo eso, sino que adoptemos el amor como principio rector de la vida —que aprendamos a ofrecer a otras personas lo mismo que de Dios hemos recibido.

Soli Deo Gloria.

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