Breves apuntes sobre la Reforma Protestante

Durante esta semana se cumplen 501 años del episodio que históricamente ha sido identificado como catalítico de la Reforma Protestante. El 31 de octubre de 1517 el Monje Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la Catedral de Wittemberg, protestando doctrinas y distorsiones de la cristiandad medieval.  Y quiero acentuar por qué utilizo el término “cristiandad medieval”. 

Desde que tengo memoria he participado en celebraciones de la Reforma Protestante a nivel congregacional y a nivel presbiterial. Usualmente quienes predican sermones sobre la Reforma Protestante toman el púlpito para arremeter contra la Iglesia Católica Romana.  Esta práctica me parece injusta, pues toda institución humana evoluciona con el tiempo. No considero apropiado adjudicar a la Iglesia Católica Romana del presente los males y equivocaciones institucionales de los tiempos medievales, de la misma manera que no considero apropiado adjudicar a la cristiandad del presente los errores y horrores de la cristiandad en otros tiempos, como lo son el apoyo que se dio a la esclavitud en Europa y las Américas, la bendición que se le dio al fascismo en la Alemania Nazi, o la justificación teológica que se le dio a la segregación en nuestra tierra en el Siglo pasado. En el tiempo presente, aunque nuestra tradición teológica tenga grandes diferencias con las doctrinas del catolicismo, la Iglesia Presbiteriana (EUA) mantiene buenas relaciones con la Iglesia Romana. Así que, cuando me refiero al catolicismo del Siglo 16 y Siglos previos, prefiero usar los término “cristiandad medieval”, “catolicismo medieval”, o “iglesia medieval”.

Recientemente historiadores están hablando de “reformas” (plural), en lugar de “reforma” (singular), en reconocimiento a la diversidad y proliferación de un movimiento que estaba ocurriendo casi simultáneamente en diversos lugares de la Europa del Siglo 16: la corriente Luterana (Alemania), la corriente Reformada (Suiza), las corrientes Anabaptistas, y la corriente Anglicana. De modo que, aunque sigamos utilizando el término “reforma”, recordemos que se trata de “reformas”.

No nos es posible tratar de condensar el alcance e influencia que este movimiento tuvo (y sigue teniendo) en las distintas esferas de la vida humana: lo social, político, económico, y, claro está, lo religioso. Ahora bien, hay dos aspectos que hoy quisiera acentuar.  Me refiero a dos frases que en cierta forma nos ayudan a entender parte del corazón de la tradición reforma. Una de las frases en latín es “Sola Scriptura, Sola Fide, Sola Gratia, Solus Christus, Soli Deo Gloria.” Es decir,

  • solo la Escritura es nuestra máxima autoridad en materia de fe y práctica;
  • solo por fe reconocemos y abrazamos el don de la salvación, el cual nos es dado solo por gracia;
  • solo Cristo es nuestro señor, salvador y rey;
  • y solo a Dios reconocemos y damos la gloria.

La otra frase distintiva de la tradición protestante es “ecclesia reformata, semper reformanda secundum verbum dei”. Es decir, la iglesia reformada debe siempre seguir reformándose, según la palabra de Dios. Reforma es, entonces, una vuelta a la fidelidad al estudio responsable y serio de las Escrituras Sagradas, para aprender y poner en práctica la Palabra de Dios contenida en ellas, de cara a los retos y oportunidades del contexto presente.

Aunque la fecha del 31 de octubre de 1517 es celebrada como el inicio de La Reforma y la figura de Martín Lutero es identificada muchas veces como el corazón del movimiento, nuestra conmemoración se quedaría corta si no tomamos en consideración otras importantes figuras. Los seguidores de Lutero llegaron a ser conocidos como “luteranos”.  Otros reformadores en principio estuvieron de acuerdo con las críticas que hizo Lutero a la Iglesia Romana de su tiempo, pero también comenzaron a tener algunas diferencias con él sobre asuntos de interpretación bíblica. Líderes como Ulrico Zuinglio, Heinrich Bullinger y Juan Calvino fueron puntales de dicho movimiento que llegó a conocerse como “tradición reformada”.

Donald McKim indica que “el término ‘Reformada’ surgió por un comentario de la reina Isabel I de Inglaterra, que dijo que los seguidores de Zwinglio y Calvino eran más ‘reformados’ que los luteranos, pues querían una reforma más exhaustiva de las prácticas de adoración basadas en su entendimiento de la Biblia.” (1)

McKim también indica que teología reformada se refiere a las creencias que enseñaron estos primeros reformadores, así como la tradición de sus seguidores luego de sus muertes, y que continúa hasta el día presente.  A la tradición reformada a veces también se le llama “teología presbiteriana”, ya que es la tradición que generalmente siguen las iglesias cuya forma de gobierno y organización gira alrededor de presbíteros o ancianos (docentes y gobernantes).

De La Reforma Protestante y la Tradición Reformada, nuestra Iglesia (IPEUA) recibe y hereda varios énfasis que vale la pena recordar:

  • el redescubrimiento de la gracia de Dios en Jesucristo, según es revelada en las Escrituras;
  • la afirmación de la majestad, santidad, y providencia de Dios quien, en Cristo y por el poder del Espíritu, crea, sostiene, gobierna y redime al mundo en la libertad de la justicia y el amor soberanos;
  • La elección del pueblo de Dios para servir, así como para salvación;
  • La vida en pacto marcada por una preocupación disciplinada por el orden en la iglesia según la palabra de Dios;
  • Una fiel mayordomía que rechaza la ostentación y busca el uso apropiado de los dones de la creación de Dios; y
  • El reconocimiento de la tendencia humana hacia la idolatría y la tiranía, lo cual llama al pueblo de Dios a trabajar por la transformación de la sociedad, mediante la búsqueda de la justicia y viviendo en obediencia a la Palabra de Dios. (2)

A manera de recapitulación - La Reforma no es algo que comenzó hace 5 siglos y terminó. La Reforma no es una pieza de literatura histórica para ser confinada a la biblioteca de un museo. La Reforma tiene que continuar el camino de transformación constante, en el tiempo presente y el futuro.  Soli Deo Gloria.

Referencias:
(1) Donald McKim, Preguntas Presbiterianas, Respuestas Presbiterianas (Louisville: WJK, 2018) Loc 282
(2) Iglesia Presbiteriana (EUA), El Libro de Orden, F-2.04 y F-2.05

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