Ancianos, sacerdotes y escribas

¿Les ha pasado alguna vez que, releyendo algún pasaje bíblico que hayan leído muchísimas veces, de pronto encuentran allí algo que no habían visto antes? A mí me ocurrió recientemente.

Estaba leyendo en voz alta el pasaje de Marcos 8.27-38 para ofrecer luego una plática, cuando de pronto allí vi algo que no había observado previamente. Este es un pasaje que se lee al menos, una vez cada tres años, en aquellas iglesias que siguen el leccionario común (una serie de lecturas bíblicas en para cada semana en un ciclo trienial). Se trata de uno de los avisos de Jesús sobre el destino que le esperaba al final de su jornada ministerial. Es un pasaje que ha sido cantera para muchísimos sermones y estudios bíblicos. Es un pasaje que en mis años de labor pastoral he estudiado minuciosamente. Pero ayer, hubo un detalle que saltó de la página y cautivó mi atención. Jesús estaba hablando de su sufrimiento futuro: nada fuera de lo que por estudio, repetición, y tradición conocemos y que ocupa un lugar prominente en la fe cristiana. Jesús fue condenado, torturado, y asesinado en Jerusalén. Sabemos que su ejecución fue por medio de una crucifixión ---método que la antigua Roma utilizaba como escarmiento para suprimir cualquier tipo de rebelión contra su poderío invasor.  No obstante, lo que sacudió mi mente es los personajes que Jesús identificó como gestores de su sufrimiento y muerte:
«Jesús comenzó entonces a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre sufriera mucho y fuera desechado por los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, y que tenía que morir y resucitar después de tres días. Esto se lo dijo con toda franqueza.» (8.31-32)
Si aún no se han percatado, quiero ayudarles a que también lo vean: «los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas». Aunque el poderío político y militar del imperio romano fue instrumental en su muerte (como se puede observar en los relatos de los cuatro evangelios), el anuncio de Jesús señala a los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas, es decir, la gente que tenía la responsabilidad de guiar al pueblo judío en la práctica de la devoción a Dios y sus relaciones con el prójimo.

Si hacemos una lectura cuidadosa y concienzuda de los evangelios, encontraremos que quienes consistentemente se opusieron a la prédica y práctica de Jesús sobre el reino de Dios fueron aquellos que suponían conocer mejor los designios y la voluntad divina. No puedo evitar sentir dolor y vergüenza al observar que después de tantos siglos la gente religiosa sigue siendo la principal oposición al evangelio, la buena noticia del "reino de los cielos que se ha acercado". La idea de la gracia divina nos parece demasiado radical, nos sigue costando trabajo ver al Señor que se sienta a comer con quienes consideramos como gente indeseable. No puede ser que el Señor comparta la mesa con "publicanos y pecadores," esa gente que no cumple con los estándares y criterios que nuestras tradiciones religiosas dictaminan.

Me rompe el corazón pensar que si Jesús se presentase en medio nuestro, los religiosos seríamos nuevamente su mayor oposición. Múltiples estudios en décadas recientes hacen relucir que la percepción que se tiene de la cristiandad se caracteriza por la hipocresía, la santurronería y los juicios condenatorios (Nota 1). Hoy nos toca repensar nuestras actitudes y decidir si vamos a seguir el ejemplo de "los ancianos, los principales sacerdotes y los escribas" o si nos vamos a insertar realmente en el camino de Jesús y su proclamación sobre el reino de Dios. Eso último requerirá que nos atrevamos a renunciar a los adornos y complicaciones de la cristiandad cultural y (re)aprender el mensaje sencillo que encontramos en el testimonio que los Evangelios nos ofrecen sobre las enseñanzas de Jesucristo.

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Nota 1:
Para leer algunos ejemplos en detalle véase «unChristian: What a New Generation Really Thinks about Christianity…and Why It Matters»«They Like Jesus but Not the Church: Insights from Emerging Generations» y «You Lost Me: Why Young Christians Are Leaving Church...and Rethinking Faith»

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