¡Manténganse despiertos!

«En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo. Sólo el Padre lo sabe. Pero ustedes, presten atención y manténganse atentos, porque no saben cuándo llegará el momento …  Esto que les digo a ustedes, se lo digo a todos: ¡Manténganse despiertos!» (Marcos 13.32-33, 37 RVC)

La gente que vivió antes del nacimiento de Jesucristo había pasado varios siglos en expectativa.  Aquel pueblo tenía la esperanza de la llegada del mesías prometido en la literatura profética, pero cuando el mesías llegó, pasó desapercibido (excepto por unos pocos de los más humildes y pobres).  Las hijas y los hijos de Israel no estaban alerta.  Se encontraban sumergidos en medio de su complicada existencia colectiva: la ocupación imperial, la pobreza, las injusticias, las carencias, las enfermedades, los conflictos étnicos, las desigualdades sociales, la corrupción religiosa... en fin, males que acompañaban a la humanidad en la antigüedad (y que aún la siguen acompañando en sus diversas manifestaciones presentes).

Durante esta semana comenzamos la temporada de Adviento.  En este tiempo se recuerda la expectativa del antiguo pueblo de Dios por la llegada del mesías, a la vez que se afirma la expectativa de su regreso glorioso.  De este lado de la historia tenemos la ventaja del testimonio de quienes reconocieron su llegada en las tierras palestinas, quienes escucharon sus enseñanzas, vieron sus milagros, contemplaron el trato solidario hacia las personas más desventajadas, y presenciaron sus expresiones de perdón hacia sus verdugos. Más aún, contamos con el testimonio de quienes lo vieron y sintieron luego de vencer las cadenas del sepulcro.  No obstante, vivimos rutinas tan aceleradas, tan acosadas por las complicaciones propias de la convivencia humana y tan maltrechas por los golpes del camino, que pudiésemos estar tan desenfocados(as) como el pueblo que no percibió la llegada del mesías la primera vez.  Por ello la importancia de estar alertas, atentos(as) y despiertos(as). Que nuestras conciencias no se adormezcan en la autocomplacencia, ni que nuestro ser se despiste en los ahogos y ansiedades.

“El día ni la hora” nadie lo sabe. Por tal razón la temporada de Adviento nos recuerda la importancia de vivir cada día al máximo, esforzándonos continuamente por imitar los pasos del Señor Jesús.  «En gratitud a Dios, dinamizados por el Espíritu, nos esforzamos por servir a Cristo en nuestras tareas diarias y por vivir vidas santas y gozosas, mientras aguardamos el nuevo cielo y la nueva tierra de Dios, orando "¡Ven Señor Jesús!"» (Una Breve Declaración de Fe -IPEUA). Ya sea que él regrese, o que nos llame a su presencia, estemos listos(as) para el encuentro redentor.

Soli Deo Gloria.

Comentarios

  1. Muy buen aporte, que bendición... Debemos mantenernos firmes y vigilantes... Dios te bendiga y te guarde

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