Una carta pastoral a la comunidad presbiteriana... y a otras personas igualmente interesadas en la Iglesia Presbiteriana (EUA)

21 de junio de 2014

La 221 Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana (EUA) tomó dos importantes decisiones en relación al tema del matrimonio de personas del mismo género, también conocido como matrimonio igualitario.  Al poco tiempo de oficializarse el voto de la Asamblea las redes sociales y medios de comunicación se inundaron de artículos reportando lo acontecido, acompañados de comentarios y opiniones en favor y en contra.

Me parece apropiado ofrecer algunas perspectivas al respecto, con el deseo de que cada cual pueda considerar el asunto de manera sensata y cuidadosa, sin dejarse arrastrar por los apasionamientos que caracterizan a los polos opuestos en un debate de esta naturaleza. No creo que es correcto recurrir a comentarios e insinuaciones que ponen en tela de juicio la fidelidad cristiana de personas que se encuentran en desacuerdo, y mucho menos demonizar y herir a quien difiere.

La 221 Asamblea General aprobó una "interpretación autoritativa" (A.I., por sus siglas en inglés) cuyo efecto es garantizar la libertad de conciencia en aquellos pastores y pastoras que entiendan apropiado oficiar ceremonias de casamiento de personas del mismo género en aquellos lugares en los cuáles esté permitido por la ley del Estado.  Ningún pastor o pastora está en la obligación de casar a nadie, sea en un matrimonio tradicional o entre personas del mismo género. Cada cual tendrá que ejercer su discreción y evaluar cada caso en sus méritos, de la misma manera que se ha hecho durante décadas.  Esta A.I. entró en vigor a partir del sábado, 21 de junio de 2014.

La 221 Asamblea General también aprobó una proposición de enmienda a la Constitución de la Iglesia, que, de ser ratificada por la mayoría de los 172 presbiterios (concilios regionales) de la Iglesia, ampliaría la definición actual de matrimonio para incluir el matrimonio entre personas de un mismo género.  La enmienda propuesta señala que "el matrimonio implica un compromiso único entre dos personas, tradicionalmente un hombre y una mujer".  En caso de ser ratificada, esta medida sería vigente a partir del verano del 2015.

A algunas personas esta decisión de la Iglesia Presbiteriana (EUA) les parecerá apresurada, pero lo cierto es que el tema de la orientación sexual ha estado en debate, estudio y discernimiento por alrededor de cuatro décadas.  Es decir, no se trata de algo adoptado a la ligera, sino de una etapa más en un largo proceso de reflexión.  No es la primera vez que la iglesia se enfrenta a circunstancias de cambio social.  Si nos remontamos en la historia a los inicios de la iglesia cristiana, encontraremos que la primera crisis la tuvieron los cristianos judíos al discernir que personas de culturas distintas y de otras naciones (a quienes solían llamar "incircuncisos") también tenían lugar en la iglesia naciente (véase, por ejemplo, el libro de Hechos, particularmente los capítulos 10 al 15).  Circunstancias similares fueron experimentadas por cristianos(as) al discernir y argumentar sobre la abolición de la esclavitud, el divorcio, la segregación racial, y la ordenación de las mujeres a los oficios y ministerios de la iglesia.  En ambos extremos de cada debate había personas que genuinamente amaban a Jesucristo y la iglesia.  Los años nos han permitido comprender cuáles decisiones fueron desafortunadas y cuáles decisiones fueron acertadas, aún cuando estuviesen en contradicción de normas culturales y leyes reflejadas en algunos versos de las Escrituras Sagradas.

Como en todo asunto de materia controversial, unas personas celebran y celebrarán la decisión mientras que otras personas lamentan y lamentarán la decisión.  La complejidad del tema abarca aspectos bíblicos, teológicos, jurídicos, sociales y relacionales. En todo, y a través de todo, exhorto a la sensatez, la cordura, y la sensibilidad para con todas las partes interesadas, más allá de la diversidad de puntos de vista. En última instancia, los unos(as) y los otros(as) somos miembros del cuerpo de Cristo.  La solidaridad, el respeto, la caridad, y sobre todo, el amor, debe ser la base sobre la cual se lleve a cabo el diálogo. Tengamos para con todos(as) el mismo amor que por gracia hemos recibido y seguimos recibiendo de Dios. El Espíritu Santo nos guíe e ilumine nuestros pasos y nuestra interacción.

«Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sea con todos ustedes». - 2 Corintios 13.14

Soli Deo Gloria.

Rev. José Manuel Capella-Pratts, Presbítero Docente
Pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana Hispana en Miami, FL
web:  www.presbyonline.org
email:  pastor696@gmail.com

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