PRIMERO: el desacuerdo afecta a las personas directamente involucradas. Eso parece ser obvio, pero lo cierto es que no todas las personas tienen conciencia de ello. Usualmente quien está en un desacuerdo pasa por alto que, así como ella está afectada, la otra persona también lo debe estar.
SEGUNDO: el desacuerdo afecta también a terceras personas, no sólo las que se encuentran directamente involucradas, sino otras personas; en este caso, la comunidad eclesial. Cuando hay desacuerdo entre dos miembros de la comunidad, la comunidad sufre los efectos de la tensión, la tristeza, la ansiedad, la incomodidad que la situación genera. Tiene un efecto de expansión como las ondas que se forman cuando un objeto cae en el agua.
TERCERO: en ocasiones el desacuerdo requiere la ayuda de agentes externos que asuman un papel de mediación conciliatoria. Acto seguido, Pablo recluta ayuda: «También a ti, mi compañero fiel, te ruego que ayudes a éstas que lucharon conmigo en el evangelio» (4.3). Evodia y Síntique necesitan la participación de alguien que les ayude a ver más allá del desacuerdo o el impase, alguien que les ayude a enfocarse en lo que realmente es medular y esencial, más allá de lo inmediato, alguien capaz de identificarse con ambas partes sin abanderizarse, alguien consciente de la necesidad de superar el problema para que la comunidad pueda seguir adelante.
CUARTO: el desacuerdo necesita ser atendido para dar paso al recocijo. Inmediatamente de su llamado al acuerdo entre Evodia y Síntique, Pablo hace una invitación a la alegría y el regocijo «en el Señor». El mensaje del Señor es evangelio, buena noticia, reconciliación, nuevas oportunidades, nuevos comienzos. ¡Qué gran sentido de alivio y alegría es el que se experimenta cuando cuando un malentendido es clarificado, cuando un desacuerdo es resuelto, cuando una relación es restituida de manera saludable!
Los seres humanos somos únicos, diferentes los unos de los otros. Ni siquiera los llamados gemelos "idénticos" son "idénticos" (valga la redundancia). Donde hay diversidad, inevitablemente ocurrirán discrepancias de ideas, sentimientos, y acciones. Pero la diversidad lejos de convertirse en un problema, es -de facto- una bendición. La armonía de diferentes instrumentos enriquecen una pieza musical; el esfuerzo de todos los instrumentalistas ensayando, acoplándose, corrigiéndose, y afinándose logra que el resultado final sea una experiencia de gran agrado, no sólo para los intérpretes, sino para la audiencia.
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