Seis meses y contando...


Ayer se cumplieron seis meses desde que mi esposa Vilmarie y yo salimos de nuestra tierra madre, siguiendo el llamamiento que recibí para laborar como Pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana Hispana en Miami, FL.

Las experiencias vividas han incluido de todo, como le ocurre a otras personas que por diversas razones tienen que dejar atrás su patria. Particularmente al comienzo, a pesar de ser afortunado al contar con un trabajo seguro que catapultó la relocalización, fue inevitable en ocasiones el sentimiento de impotencia, fragilidad e incertidumbre que provoca llegar a un contexto distinto al acostumbrado, tratando de asentarnos en un lugar donde, a pesar de ser ciudadanos estadounidenses y tener un "US Passport", en diversas instituciones fuimos tratados como "extranjeros" y mirados con sospecha solo por tener licencias de conducir expedidas por el gobierno de Puerto Rico. Es interesante descubrir que, contrario a lo que muchos puertorriqueños en la Isla creen, en los Estados Unidos no toda la gente sabe que Puerto Rico es un "territorio no incorporado" (es decir, 'colonia') perteneciente al "US Congress".

Con la ayuda de familiares, amig@s y gente de la comunidad de fe a la que sirvo, logramos establecernos en un periodo relativamente corto (aunque cuando uno se encuentra sin casa/apartamento el tiempo parece una eternidad). Mi gratitud a Dios por mi hermana y su familia, por habernos brindado alojamiento durante ese crucial primer mes, mi gratitud a Dios por la Iglesia que se ha desbordado en cariño y aceptación, y mi gratitud a Dios porque sus planes siempre son mejores que los míos, aunque en ocasiones yo me tropiece con periodos de desespero e impaciencia.

Aún nos quedan muchos asuntos que atender y resolver, tanto aquí como en la Isla. Tratar de hacer gestiones con agencias gubernamentales a la distancia (aunque sea "online") es una tortura y ni hablar de intentar vender un apartamento en medio de la situación económica que se vive en la mayor parte del mundo. No obstante, como dijera un poeta bíblico, las mercedes del Señor "son nuevas cada mañana y muy grande es su fidelidad".

Mi esposa y yo hemos constatado lo que por mucho tiempo hemos creído: el hogar es donde estemos juntos, ya sea en Caguas, Hato Rey, Little Havana y hasta en... sólo Dios sabrá. El camino es largo, pero hay que seguir andando, siguiendo los pasos del Señor donde quiera que estemos.

Quizás algún día me animo a escribir una guía para puertorriqueñ@s en la diáspora. El hecho de que los puertorriqueñ@s seamos "ciudadanos americanos" no nos hace menos inmigrantes que el resto de personas que por diversas causas se desplazan hacia esta nación que, aunque algunos no lo quieran aceptar, es una nación multicultural y multiétnica. Ahora nos corresponde seguir el consejo bíblico a los deportados en Babilonia: «Procuren la paz de la ciudad a la que permití que fueran llevados. Rueguen al Señor por ella, porque si ella tiene paz, también tendrán paz ustedes» (Jeremías 29.7).

Soli Deo Gloria.

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