Via Verde: Via Dolorosa

Al escribo de estas cortas líneas estoy en medio de preparativos para mudarme fuera de Puerto Rico. Como parte de mi vocación pastoral en la Iglesia Presbiteriana (EUA) he aceptado un llamado para servir como pastor/párroco de una congregación en Miami, FL. Los próximos años de mi vida y ministerio se llevarán fuera de la tierra que me vio nacer. No obstante, el convertirme en boricua de la diáspora no minimiza en nada mi amor por Puerto Rico y el dolor que me producen las nefastas decisiones que década tras décadas han tomado los gobiernos de turno de mi amado País, Colonia, US Territory, ELA o como querramos llamarle a este paraíso deteriorado por las ambiciones económicas y la planificación deficiente. En mis casi 41 años de existencia he visto a la Isla del Encanto convertirse poco a poco en lo que algunos ya llaman “Isla del Espanto”. Son muchas las áreas en las que se hace patente el deterioro de nuestro pueblo, pero en estos breves comentarios quiero enfocar mi atención en el aspecto del daño ecológico, particularmente en ese funesto proyecto que con descarado sarcasmo el gobierno de turno ha llamado “Vía Verde”.

Para que quede claro: esto no es un asunto para ser abordado desde las tradicionales trincheras político-partidistas, es un problema que va más allá. Es algo que tiene que ver con prioridades e intereses, mayormente de corte económico-lucrativo. A través de los diferentes medios informativos tradicionales y no tradicionales se ha hecho público lo que ya parece ser una tradición en la administración gubernamental: se aprueban mega proyectos de infraestructura con todo un andamiaje de gastos y sobregiros que terminan beneficiando a individuos y corporaciones que hacen inversionismo político (ese trueque de donativos a candidatos y partidos asegurando jugosos contratos luego de las elecciones). El descaro de dicha práctica en nuestro País es que mientras más nos acostumbramos a que “las cosas son así”, menos capacidad tenemos para identificarla y combatirla. Claro está, siempre aparece algún chivo expiatorio que termina encarcelado (siendo el caso más reciente el Senador De Castro Font), pero por uno que “cae” hay montones que quedan impunes. Nuestro gobierno ha invertido una cantidad enorme de dinero en propaganda para “orientar” al pueblo sobre los “beneficios” del proyecto llamado “Via Verde”. Las mentiras, cuando son repetidas una y otra vez, terminan convirtiéndose en “verdades” colectivamente aceptadas, aunque sigan siendo mentiras. “Follow the money”, es una vieja máxima anglosajona que sirve de pista para identificar quién o quiénes son los que realmente se beneficiarán de la “Vía Verde”, que lo único que tiene de “verde” son los billetes que están llegando a manos de los inversionistas. ¿El gran perdedor? El ambiente y por consecuencia, el pueblo. Nuestro paraíso perdido será traspasado por un gran tubo que destruirá flora y fauna, montes y valles a diestra y siniestra – sin hablar del desastre ambiental que causaría un accidente (explosión) una vez esté en funciones de transportar el gas. A todo esto, la administración se ha hecho de la vista larga ante propuestas y alternativas como lo son la energía solar o la energía aeólica.

Como profesante de la fe cristiana me siento muy triste al ver la gran timidez con que las iglesias abordan (o no abordan) el tema. Y cuando alguien lo hace, se le acusa de ser sacerdote/pastor politiquero. Tal parece que la cristiandad institucionalizada le tiene miedo al gobierno. En algunos casos podemos observar incluso ciertos intereses compartidos. Pero lo cierto es que si somos seguidores de Jesucristo no podemos ignorar el problema. El Dios de la Biblia judeo-cristiana es un Dios que a través de las voces de los profetas se opuso a las injusticias, abusos e irresponsabilidades de los gobernantes, aún cuando éstos contaran con el aval oficial de los sacerdotes. La iglesia cristiana tiene un rol profético al que no debe renunciar. El atentar contra el bienestar común es algo que se opone directamente al corazón mismo del reino de Dios que fue proclamado y practicado por Jesucristo. No podemos ser cómplices de que a lo malo se le llame bueno y viceversa. Mientras la cristiandad institucionalizada se entretiene con discursos moralistas en relación a la sexualidad individual, en nuestras propias narices se destruye el planeta que todos y todas necesitamos para vivir. Por eso, desde mi trinchera pastoral aporto estas líneas para señalar y darle nombre a lo que está ocurriendo: a la “Via Verde” muy bien pudiésemos llamarle “Via Dolorosa”, emulando el nombre que la tradición le ha dado a la ruta que se cree que Jesús transitó en Jerusalén cargando la cruz en dirección a su martirio cruel. Si como pueblo aceptamos el discurso engañoso del gobierno de turno y mantenemos silencio ante tal pecado ecológico, estamos sencillamente crucificando a nuestra Isla: atravesando sus bosques y valles como los clavos romanos atravesaron las manos de Jesús, sometiendo la tierra a una muerte lenta, dolorosa y cruel. La “Via Verde” no es otra cosa que la “Via Dolorosa” de los pocos recursos naturales que serán impactados por eso que ingenuamente através de décadas hemos llamado “progreso”. Iglesia cristiana: levanta tu voz, asume tu vocación profética, pronúnciate, rompe el silencio de la complicidad. No seas parte de la multitud que contempla mientras se lleva a cabo una nueva crucifixión.

José Manuel Capella-Pratts, MPS, M. Div.
6 de junio de 2011
San Juan, Puerto Rico

Comentarios

  1. Muy de acuerdo contigo y sumamente triste que nadie tenga el coraje de detener este destrozo.

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  2. Definitivamente la Iglesia tiene que pronunciarse y asumir posturas en favor de la justicia social y ecológica. ¡Adelante!

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  3. Excelente comentario. Qué bueno que alguien del clero se dé cuenta de que una persona con consciencia no puede callar ante lo que está sucediendo en Puerto Rico y que estos asuntos están íntimamente ligados a cómo Cristo enseñó que se debía vivir.

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  4. Para un "update" de noticias relacionadas, visita: http://www.radioisla1320.com/archives/2625

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