Disparar de la vaqueta

Durante la semana pasada en los medios cibernéticos se publicó un escrito en el que se alega que el Senador Estadounidense John McCain culpó a los inmigrantes “ilegales” por la derrota de los Miami Heat en el campeonato de la NBA. El enlace al escrito se difundió en redes sociales, principalmente en Facebook, desatando una ola de reacciones fuertes en contra del señor McCain por haber indicado que el baloncelista puertorriqueño José Juan Barea no es un ciudadano de los Estados Unidos.

Antes de continuar debo clarificar que me alegra la participación de Barea en el campeonato de la NBA. Me alegra ver cuando hijas e hijos de mi tierra natal triunfan en sus respectivos campos, ya sea el deporte, las artes, los negocios, la educación, las ciencias y otros. Es lindo el sentimiento que estremece el corazón cuando veo uno de los nuestros llegar lejos y llegar bien. También debo clarificar que no necesariamente tengo simpatías ni compromisos algunos en favor de las gestiones u opiniones del senador McCain. Al contrario, me indignan y me ofenden comentarios despectivos como el de atribuir a inmigrantes “ilegales” los recientes incendios en Arizona. No obstante me resultó curiosa la reacción de muchas personas ante el escrito difundido en los medios, y sobre eso es que comparto algunas ideas y reflexiones a continuación.

En primer lugar. Muchas de las reacciones y comentarios en contra del senador McCain fueron tan o más groseras que las alegadas expresiones originales. Es decir, muchas reacciones fueron proporcionalmente mayores a la alegada ofensa. ¿Qué fuerza o crédito podemos tener para señalar unas expresiones o conductas erróneas, si al hacerlo terminamos adoptando los mismos patrones que criticamos? “Ese gringo racista es un maldito %%^&$#%, @#$%, y un &*^&%%!!!” Eso, como se dice en mi pueblo, es “el muerto hablando del ahorcado” o “el burro criticando a los orejones”. El señor Jesucristo señaló la contradicción de quienes señalan la paja en el ojo ajeno pero no ven la viga que tienen en el propio.

En segundo lugar. Me dejó perplejo la velocidad conque las reacciones viscerales inundaron los espacios de comentarios en las redes sociales. De pronto muchos boricuas tenían en su “wall” de Facebook el enlace al artículo que contenía las alegadas expresiones de McCain, seguido por las opiniones de repudio y los comentarios despectivos en contra del “ofensor”. Si tan solo hubiesen leído el artículo completo, se hubiesen percatado de que el artículo no era otra cosa que una sátira política para acentuar las expresiones del senador McCain sobre los inmigrantes en Arizona. Es decir, no se trataba de una noticia fidedigna, un reportaje serio, o un testimonio verídico (de hecho, una nota al final del escrito clarifica la naturaleza satírica del mismo). Quienes reaccionaron se apresuraron a responder sin que hubiese una comprensión adecuada de aquello a lo que estaban respondiendo. En Puerto Rico se le llama a esto “disparar de la vaqueta” (que es al acto de disparar sin desenfundar el revólver). Nadie está excento de ese error. Hagamos memoria de las veces que en nuestras mentes se van cocinando respuestas a lo que escuchamos de otro interlocutor antes de que haya terminado su planteamiento. Una conversación de esa manera es como un barco destinado a naufragar. A eso no se le puede llamar "diálogo", sino "comunicación deficiente" que desemboca en una cadena de reacciones desproporcionadas y desatinadas que afectan relaciones, lastiman familias y hasta destruyen grupos sociales.

El autor de la carta de Santiago, en el Nuevo Testamento, hace la siguiente exhortación: «Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse» (1.19). Hay gran sabiduría en estas palabras de las Sagradas Escrituras.  La sucesión es clara: no escuchar adecuadamente y reaccionar sin ponderar la respuesta desemboca en enojo innecesario.  Parejas, familias, iglesias, comunidades, naciones pueden ser edificadas o socabadas por la manera en que manejamos la comunicación. “Disparar de la vaqueta” es algo que provoca resultados nefastos. No se puede dar marcha atrás a una bala que ha sido disparada. La bala disparada alcanzará algún objetivo: alguna persona saldrá herida, o peor, muerta.  §

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