¡En la dirección equivocada!

Reverendo Scott (Gene Hackman)
Lectura bíblica:
1 Tesalonicenses 5.12-28 NTV

Nací en 1970, una década que en términos del Cine, se caracterizó por películas de alto presupuesto con temas de grandes desastres. Entre ellas: Airport (Aeropuerto) y sus secuelas ‘75, ‘77, y ‘79 Concorde, Meteor (Meteoro), The Towering Inferno (Infierno en La Torre), Earthquake (Terremoto) y The Poseidon Adventure (La Aventura del Poseidón). Esta última me parecía fascinante por la viveza de sus efectos especiales que - para aquella época, y ante la vista de un niño menor de 10 años - resultaban muy convincentes e impactantes.

Ya de adulto volví a ver esta película, The Poseidon Adventure, con ojos distintos: ya no los ojos que se impresionan con los efectos especiales, sino la mentalidad de quien está atento a las dinámicas de las relaciones humanas que se desarrollan durante el filme. La trama gira en torno a un enorme crucero que queda a la deriva, flotando boca abajo en el mar, habiendo sido arrasado por una ola gigante.  La película, luego de magistralmente mostrar el momento del desastre, se concentra en la carrera de los sobrevivientes para encontrar una salida del barco condenado a hundirse.  En un momento de la trama, dos grupos de sobrevivientes se encuentran y discuten sobre la ruta que los llevará a salvar sus vidas. Uno de los grupos iba en dirección hacia la parte más profunda del barco, donde se encuentran las máquinas propulsoras y el otro grupo seguía la ruta que en condiciones normales les llevaría a la superficie. Pero he aquí el detalle: el barco estaba invertido, lo que significa que la parte de abajo del barco, era en efecto lo que estaba más cerca de la superficie, mientras que la parte alta del barco estaba sumergida en el agua. La discusión entre los líderes de ambos grupos se caldea al punto que uno de ellos grita: “¡Maldición! ¡Van en la dirección equivocada! ¡La proa está bajo el agua!”

SS Poseidon (1972)

Casualmente, el personaje que tan airado y frustrado gritó esta advertencia, era un ministro -- como yo.  En estos días no he podido dejar de identificarme con el personaje del Reverendo Scott (interpretado en la película por Gene Hackman). A veces me siento consumido por la frustración de ver tanta gente yendo en la dirección equivocada y siento que el pecho se me revienta con ganas de gritar en medio de la pandemia por COVID-19. El apuro de mucha gente en salir de las medidas de cuarentena, y con ello los descuidos al tomar decisiones que priorizan intereses que no son orientados por la ciencia médica, es algo que nos arrastrará a un escenario en el que ocurrirán muchas más muertes que se pudieron haber evitado. A eso le añadimos el diluvio de desinformación, en ocasiones fomentado por algunos políticos, y en otras ocasiones propagado por que “vi un vídeo en YouTube” o por que “me lo dijo una amiga que tiene un primo que trabaja en tal sitio”, o por esos mensajes de “Whatsapp” con teorías de conspiración que culminan diciendo “pásale esto a todos tus contactos.” De corazón les confieso: me siento abrumado con tanta gente en dirección hacia “el fondo” en lugar de “ir a la superficie”, como ocurría en la película.

En medio de ese sentimiento que me agobia, me encuentro con esta porción de la Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses. En tiempos recientes hemos reflexionado sobre otras secciones al comienzo de la misma. Hoy llegamos al final de la carta, donde el Apóstol comparte una serie de breves consejos, útiles para la vida de la comunidad de fe. Dichos consejos siguen siendo muy válidos y aplicables en nuestro contexto. No obstante, uno de estos consejos me resultó de particular pertinencia: «pongan a prueba todo lo que se dice. Retengan lo que es bueno» (5.21).  No todo lo que se dice, aún cuando se diga con buenas intenciones, es correcto. Por eso es importante examinar las cosas, verificar las fuentes, constatar la información, y no prestar atención a rumores, eso puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte para usted y para muchas otras personas.

Ruego a Dios que como individuos, familias, y sociedad, nos conceda la iluminación del Espíritu Santo para seguir firmes en la ruta que lleva a la vida. Amén.

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