Las vidas negras importan

La verdad es que no sé por dónde empezar.  A la hora de escribir esto, estoy tan lleno de ira, indignación, frustración, tristeza, y otras emociones que no puedo describir adecuadamente, que francamente me dificulta organizar mis pensamientos de manera coherente.  No obstante, intentaré expresar algunas ideas y pensamientos que me han estado martillando el cerebro durante todo el día.

Hace apenas unos días celebrábamos aquí (en Estados Unidos) el día de la independencia, con fuegos artificiales y los consabidos discursos de libertad y justicia para todos.  En la misma semana, volvemos a enfrentarnos a la cruda realidad de que nuestra sociedad está muy lejos de llevar a la práctica cotidiana los ideales patrios que tanto se profesan. En nuestro suelo, siguen perdiéndose vidas –específicamente de personas negras– a  manos de oficiales de “la ley y el orden”.  No es la primera vez que ocurre, ya son tantas las veces que en ocasiones pudiese ser percibido como parte de “las cosas como son”.  No obstante, en los casos más recientes, hay evidencia grabada en vídeo que muestra de manera aterradora la forma cobarde y desalmada en que los oficiales se convierten en jueces y verdugos.  Las vidas de Alton Sterling en Louisiana, y Philando Castile en Minnesota fueron cegadas a manos de aquellos que tenían el deber de de brindarles protección.
[Actualización del 19 de septiembre de 2016: Se pierde otra vida más, Terence Crutcher, en Tulsa, Oklahoma, baleado sin poseer armas ni representar amenaza alguna.]
Todo esto no es más que una manifestación contundente de racismo, un mal que por siglos ha estado minando nuestras comunidades, un mal que en pleno Siglo 21 sabotea nuestro caminar hacia una sociedad justa y equitativa, un mal que parece estar tejido en la más profunda de nuestro ADN individual y colectivo.

Una simple búsqueda en la internet y las redes sociales le dará acceso a multitud de documentación, reacciones y análisis sobre el tema del racismo sistémico aquí en los Estados Unidos. Hay también excelentes recursos que pueden ayudar a quienes quieran profundizar en el tema de manera cuidadosa (al final encontrarán algunas recomendaciones).

El tema del racismo está indudablemente vinculado al tema del privilegio blanco (“white privilege”), al acceso a los recursos y al poder del hombre-blanco-anglo-protestante.  Ahora bien, me perturba grandemente cuando veo rasgos de esos males en la población hispana, particularmente en miembros de nuestras comunidades de fe.

Cuando trato el tema entre gente de mi audiencia (tanto en la iglesia como en los medios de comunicación cibernética), nunca falta quien haga –al menos– uno de los siguientes señalamientos:

(1) “Eso es cosa del pasado. Ya no es tan malo como en los años ‘60.” ¿En serio? Dígale eso a las familias de los cientos de víctimas en los años recientes, incluyendo los más de 100 casos ocurridos en este año 2016.

(2) “El racismo es problema de los americanos. Por lo menos los hispanos no linchan a los negros como lo hacen los gringos”.  ¿En verdad? ¿Ya olvidamos a George Zimmerman, quien asesinó a Trayvon Martin aquí mismo, en la Florida?  No podemos hacernos de la vista larga ante la realidad de que el germen, la semilla que alimenta la violencia racial está muy presente en las microagresiones: cuando dices “un mulatico”, en lugar de decir “un señor” o ”un hombre”... cada vez que te tocas la mano o el brazo para acentuar que la persona de quien hablas no es blanca... cada vez que haces un chiste que devalúa la dignidad de una persona negra... cuando dices que "este es un barrio bueno porque aquí no se ve ni un negro"... cada vez repites el cuento de que "ya no hay tanto racismo como antes"... cuando te refieres al pelo rizo como “pelo malo”... cuando dices “es negrito pero bueno” o “ese negro tiene el alma blanca”...  estás participando de la cultura que sigue linchando vidas creadas a imagen de Dios, eres racista y eres parte del problema. En nuestra hispanidad también existe el “privilegio blanco”.  Y no falta entre nosotros quienes respondan al clamor de “Black lives matter” diciendo “All lives matter”, como una manera de minimizar el problema. Esos chistes, comentarios y actitudes que algunos consideran “inofensivos” están presentes en las balas asesinas.

Desafortunadamente la violencia genera violencia.  Y como resultado de la frustración a causa de tanta injusticia y tantos casos donde los verdugos no son encausados, veremos actos de violencia colectiva y más gente inocente (de cualquier raza) será afectada por agresiones letales.  No caigamos en la trampa de culpar a la comunidad negra, no seamos cómplices de la demonización de los afrodescendientes.

Arrepintámonos de nuestra participación activa en la cultura racista o de nuestra indiferencia ante el dolor ajeno.  Busquemos información y documentación sobre el tema. Reconozcamos nuestra complicidad en el sistema y no tengamos temor de llamar la atención cuando alguien nos hace un chiste o comentario racista. Creemos conciencia sobre las microagresiones.  Seamos solidarios con quienes llevan cientos de años siendo menospreciados por el color de la piel.

Falta mucho por hacer, pero un paso en la dirección correcta, es mejor que seguir participando de la negación.  Que Dios nos ayude en la construcción de un mundo distinto, como el que Jesucristo enseñó y practicó.

Soli Deo Gloria.

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Comunicado del Rev. Dr. J. Herbert Nelson, Secretario Permanente de la Iglesia Presbiteriana (EUA)

Lecturas para estudiar a fondo el tema:

America’s Original Sin, por Jim Wallis
Dear White Christians, por Jennifer Harvey
Dear White People: We Need To Stop This Insanity, por Kerry Connelly
Race in a Post-Obama America: The Church Responds, por David Maxwell y Otis Moss III
The Cross and the Lynching Tree, por James H. Cone
Trouble I’ve Seen: Changing the Way Church Views Racism, por Drew G. I. Hart

Otros escritos relacionados sobre el tema en Presbyonline:

El ciclo del menosprecio
El racismo nuestro de cada día
Why The Belhar Confession is Needed Here and Now
Libertad y justicia para todos

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