Libertad y justicia para todos

Si  en estos días usted ha estado pendiente a los medios de comunicación, de seguro para este momento ya se habrá enterado de la más reciente masacre que cobró 9 vidas dentro de un templo en la ciudad de Charleston, SC. Los medios han estado inundados de reacciones de múltiples sectores, añadiendo puntos de vista que pueden ser tan diferentes como lo es un copo de nieve de otro. Me perturba en las reacciones el hecho de que hay quienes identifican lo ocurrido como un ataque contra la libertad religiosa (ya que el atroz crimen se perpetró en una iglesia) con tal de no admitir la cruda y triste realidad que vivimos en la nación: el racismo sigue “vivito y coleando”. Hay quienes pretenden minimizar el asunto diciendo que no debiésemos acentuar tanto las cosas negativas, que “hemos progresado mucho de los tiempos del Dr. Martin Luther King para acá, ya hasta tenemos un presidente negro”. Pero, ¿cómo podemos proclamar triunfalmente el “progreso” cuando las personas afroamericanas siguen siendo pisoteadas por un sistema que constantemente culpa a las víctimas por su condición?

Nuestra nación está tóxicamente enferma y muy distante del ideal que proclamamos al repetir:
“I pledge Allegiance to the flag of the United States of America and to the Republic for which it stands, one nation under God, indivisible, with Liberty and Justice for all.”
(Prometo lealtad a la bandera de los Estados Unidos de America, y a la Republica que representa, una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos.)
Ahora bien, la salud de la nación tiene partir de nuestra salud emocional y espiritual como individuos.  Para sanar la comunidad de este mal (o más bien, males) hay que comenzar con uno(a) mismo: reconociendo, confesando y arrepintiéndose por la propia participación en el sistema de antivalores, renunciando a seguir perpetuando el sistema, y obrando para concienciar y educar a otras personas.

Por tal razón confieso y pido perdón por todas las veces que a través de mis años he participado de este mal, ya sea haciendo o consintiendo expresiones y comentarios racistas, sexistas, homofóbicos, xenofóbicos, etnocéntricos o de cualquier otra índole que menosprecien, denigren, deshumanicen o cosifiquen al prójimo.  La dignidad humana no debe ser pisoteada, ni siquiera “de jugando”.  Los prejuicios se aprenden – y se enseñan – de generación en generación con cosas tan “simples” como un chiste.  Por medio de bromas, chistes y juegos estos prejuicios se perpetúan en el inconsciente colectivo al punto de llevar a personas a cometer horrendos actos de violencia creyendo que con esto le hacen un bien a la patria, a la humanidad o a su dios.

Quizás esto le pueda parecer simplista o tonto a algunas personas, pero por algún lado hay que empezar.  El camino por delante es muy largo, escabroso, y hasta peligroso (muchas personas han pagado el precio de este camino con sus vidas).  Y en ocasiones nos veremos muy tentados a dejarnos arrastrar por el sistema, creyendo que no es nuestro problema.  Aún así hay que seguir caminando.  No podemos desistir de la idea de que un mundo mejor es posible para todas las personas.

+++UPDATE: 3 de julio de 2015+++
Al momento han ocurrido cerca de 8 incendios en templos de iglesias afroamericanas.  Algunos han sido catalogados como accidentes, pero varios han sido catalogados como intencionales.  No podemos rendirnos ni descansar hasta que seamos una nación donde realmente hay libertad y justicia para todas las personas.

(Otro post relacionado con este tema, desde una perspectiva teológica: "El racismo nuestro de cada día")

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