El cáncer no es juicio divino


«No te alegres cuando caiga tu enemigo; que no se alegre tu corazón cuando él tropiece...» --Proverbios 24.17

Son apenas las cinco y pico del 5 de marzo de 2013.  Me encuentro en la oficina pastoral cuando recibo la noticia de la muerte del presidente de Venezuela, Hugo Chávez.  No soy partidario de Chávez, ni tampoco detractor.  Esas opiniones le pertenecen al pueblo venezolano, de entre quienes tengo amistades que le admiran y amistades que le detestan. Mis expresiones aquí no vienen por la perspectiva política, sino por la perspectiva teológica.

Hoy vuelvo a ver lo que hace dos años observé cuando se anunció el asesinado de Osama Bin Laden: personas que con fervor afirman su lealtad al cristianismo a la misma vez que celebran con alegría y entusiasmo la muerte de otro ser humano (aunque sus acciones hayan sido "despreciables"). Hermanas y hermanos cristianos anunciando que la muerte del individuo en cuestión es un "juicio de Dios".

De todo corazón hago una invitación a la prudencia.  Detrás de cada persona que muere, hay una familia, una comunidad, una humanidad.  Hoy, como hace años, recuerdo el dolor que sentí la primera vez que escuché el diagnóstico médico del padecimiento de mi madre.  Como hijo que soy de una persona afectada por el cáncer, no puedo evitar repulsión por el tipo de juicio visceral que algunos "cristianos" anuncian a viva voz.  No olvidemos que aquel que para algunos es un héroe y para otros es un sociópata, para sus hij@s es "papá".

Aquell@s que reclamamos ser seguidores de Jesucristo, debemos recordar que Jesucristo es el modelo que debemos buscar emular.  Claro está, en muchos relatos bíblicos encontraremos personajes celebrando la muerte y el destino fatal de algún "enemigo" (como se observa en múltiples Salmos y otros escritos veterotestamentarios). No obstante, Jesucristo como paradigma humano tiene preminencia sobre cualquier otro modelo.  Aquel que colgado en una cruz, víctima de una ejecución atroz, perdonó a sus verdugos, es el que reclama que nos esforcemos en hacer lo mismo.  Las cintas rosadas colocadas en nuestros pechos en "apoyo" a las víctimas de cáncer, sólo serán un adorno vano y simplista si no estamos dispuestos a reconocer la dignidad humana básica de todas las víctimas de esta enfermedad mortal.  Algún día el cáncer puede tocar la puerta de nuestro hogar, quizás nos corresponda incluso enfrentarlo en carne propia. ¿Nos gustaría ver a otras personas alegrarse por ello?

A tod@s los venezolan@s, un abrazo solidario, y mis ruegos por la paz de su País en los momentos complejos que se avecinan. La gracia divina sea con ustedes. La gracia divina sea con tod@s.

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