Domingo de Ramos... no todo es lo que aparenta ser

Hoy la Iglesia cristiana celebra lo que tradicionalmente se conoce como "la entrada triunfal" de Jesucristo en Jerusalén. Este episodio también es conocido como "domingo de ramos" o "domingo de palmas" en referencia a las ramas o palmas que la gente agitaba como señal de júbilo mientras Jesús iba pasando. Razones que van más allá el alcance de este breve ensayo me han llevado en el pasado a cuestionar la adecuacidad del título "entrada triunfal" para este importante acontecimiento.

Aquellas iglesias cristianas que siguen el leccionario común habrán leído la versión del relato que aparece en el Evangelio Según Lucas la cual se encuentra en el capitulo 19, versos 28 al 40.  No obstante, cuando se lee algún relato bíblico, es importante observar dónde se ubica en la línea narrativa, particularmente si se trata de un relato que también aparece en otros escritos similares, como es el caso de los Evangelios.  Nuestra lectura se enriquece cuando consideramos los contextos más amplios.  En el caso que aquí nos concierne, el capítulo 19 de Lucas incluye una interesante narración en la que un cobrador de impuestos (conocido y despreciado por su ética cuestionable) es transformado radicalmente por su encuentro con Jesucristo y por el trato que de él recibió.  Luego presenta a Jesús contando una parábola en la que un rey pide cuentas a los súbditos por la utilización de los recursos que dejó a su cuidado.  Concluye esta historia con las siguientes palabras del rey: «en cuanto a mis enemigos, los que no querían que yo fuera su rey, ¡tráiganlos y decapítenlos delante de mí!» (19.27).  Estas palabras resultan perturbadoras, tomando en consideración lo que se narra a continuación: la llegada de Jesús a la ciudad de Jerusalén -cosa que desembocó en confrontaciones con las autoridades civiles y religiosas y le costó a Jesús la vida, a manos de aquellos que no lo querían como rey.

El episodio es conocido: particularmente desde un entendimiento popular formado por una síntesis de las diferentes versiones de los Evangelios.  En el Ev. Lucas no hay palmas ni ramos, hay mantos tendidos en el camino y alabanzas en boca del grupo de discípulos de Jesús (19.36-38). Entre los presentes habían fariseos que pedían a Jesús silenciar a los discípulos, cosa que éste rechazó hacer.

A través de los años he escuchado innumerables sermones y reflexiones sobre el tema de la adoración a Dios, tomando como fundamento el contenido de esta narración.  Algunas de las reflexiones me han resultado muy inspiradoras, no obstante, pasan por alto el sentido de lo que allí se está narrando.  Para tener el cuadro completo que nos pinta el Ev. Lucas, es indispensable observar el resto del capítulo 19. Se indica que cuando Jesús llegó cerca de la ciudad lloró y lamentó diciendo: «¡Ah, si por lo menos hoy pudieras saber lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos. Porque van a venir sobre ti días, cuando tus enemigos levantarán un cerco a tu alrededor, y te sitiarán. Y te destruirán por completo, a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no te diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte.» (19.42-44). La historia de la entrada "triunfal" de Jesús resulta ser una historia de rechazo a Jesús y las terribles implicaciones de no acoger su reinado de paz.  Décadas más tarde Jerusalén sería devastada como resultado de concepciones mesiánicas bélicas y políticas militares.

Ahora bien, el relato del Ev. Lucas no culmina ahí.  Luego de su llanto por la ciudad, Jesús entró en el templo y comenzó a desalojar a los comerciantes que ya formaban parte de la religiosidad de Israel: Les decía: «Escrito está: “Mi casa es casa de oración.” ¡Pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones!» (19.46). La prédica, la enseñanza y la práctica de Jesús era un duro golpe a los poderes políticos, económicos y religiosos de su tiempo... y del nuestro.  El Ev. Lucas nos deja saber que su enseñanza llevó a «los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo» a querer matarlo (19.47). Tan radicales fueron sus puntos de vista que provocaron una conspiración multisectorial para silenciarlo.

Hoy Jesús no puede ser asesinado físicamente.  Así que su mensaje es confrontado de otras maneras sutiles.  La radicalidad de su mensaje queda domesticada al punto de que somos entretenidos por una espiritualidad que divorcia la fe de la búsqueda de paz, dignidad y bienestar integral para todas las personas, indistintamente de su etnia, género, religión, sexualidad, educación, salud, nivel económico y social, o cualquier otra condición humana. Sus enseñanzas son adormecidas por una religiosidad individualista y desencarnada, enfocada en la piedad personal y en "el más allá" mientras en "el más acá" la violencia está rampante y la injusticia es ya una institución. Mientras bendecimos a Jesucristo como rey, nos hacemos de la vista larga ante lo que a Jesucristo realmente le importa.  El Domingo de Ramos, lejos de sumergirnos en prácticas cúlticas triunfalistas, nos debiese invitar a considerar la incongruencia de decir que amamos a Dios, a la vez que no amamos al prójimo. Si Jesucristo estuviera físicamente entre nosotros, tal vez se detendría al ver nuestras ciudades, nuestras comunidades, ¡y nuestras iglesias!, y volvería a llorar...

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