Leyendo las Escrituras Sagradas
LA BIBLIA **
9.27 La única revelación suficiente de Dios es Jesucristo, la Palabra encarnada de Dios, de quien el Espíritu Santo testifica singular y autorizadamente por medio de las Santas Escrituras, las cuales se reciben y obedecen como la palabra escrita de Dios. Las Escrituras no son un testimonio entre otros, sino el testimonio sin par. La iglesia ha recibido los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento como testimonio profético y apostólico en el cual ella escucha la palabra de Dios, y por el cual su fe y obediencia se sustentan y gobiernan.
9.28 El Nuevo Testamento es el testimonio escrito de los apóstoles sobre el advenimiento del Mesías, Jesús de Nazaret, y el envío del Espíritu Santo a la Iglesia. El Antiguo Testamento da testimonio de la fidelidad de Dios en su pacto con Israel y nos señala el camino hacia el cumplimiento de su propósito en Cristo. El Antiguo Testamento es indispensable para entender el Nuevo, y éste no puede entenderse plenamente sin el Nuevo.
9.29 La Biblia debe interpretarse a la luz de su testimonio sobre la obra de reconciliación de Dios en Cristo. Las Escrituras, dadas bajo la dirección del Espíritu Santo, son, a pesar de todo, las palabras de seres humanos, condicionadas por el lenguaje, formas de pensar, y estilos literarios de los lugares y épocas en que fueron escritas. Reflejan puntos de vista sobre la vida, la historia y el cosmos prevalecientes en aquel entonces. Por lo tanto, la iglesia tiene la obligación de acercarse a las Escrituras con entendimiento literario e histórico.*** Así como Dios ha hablado su palabra en diversas situaciones culturales, la iglesia tiene confianza de que Dios seguirá hablando mediante las Escrituras en un mundo cambiante y en todas las manifestaciones de la cultura humana.
9.30 La palabra de Dios se comunica a su iglesia hoy en día dondequiera que las Escrituras se prediquen fielmente y se lean atentamente, dependiendo de la iluminación del Espíritu Santo, y de la disposición a recibir su verdad y dirección.
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Tomados de forma literalista, sin un análisis crítico, responsable y serio, que tome en consideración los puntos esbozados en el párrafo 9.29 (arriba), las Escrituras Sagradas se pueden convertir (y de hecho, se han convertido) en instrumentos de opresión (social, política, económica y religiosa) y en excusa sistemática para la exclusión y marginación de seres humanos, privándoles de justicia, gracia y paz, a causa de su género, raza, credos, orientación sexual, condición de salud, y/o situación económica.
Bien lo expresó Pablo de Tarso, cuando en su 2da Carta a la iglesia de Corinto, de frente a ideas de cristianos judaizantes, afirmó lo siguiente: «la letra mata, mas el Espíritu vivifica» (2 Co 3.6 RVC). Es necesario hacer una relectura liberadora de los textos sagrados, desde la óptica del «reino de Dios», esa convivencia armoniosa que Jesucristo enseñó, predicó y practicó.
Que así nos ayude Dios.
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Notas:
* Greg Garrett, 2011. The Other Jesus, Louisville: WJK Press, p. 31
** Sección tomada de la Confesión de 1967, en el Libro de Confesiones de la Iglesia Presbiteriana (EUA).
*** Negrillas nuestras.
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