¿Y de allí puede salir algo bueno?

Arte por Nelson Jr. Madera @darealgenius
[Una breve reflexión dedicada a mi pueblo, desde mi contexto como predicador puertorriqueño desde la diáspora]

Al momento de escribir estas líneas, me encuentro en medio de los pasos iniciales para preparar un sermón que espero predicar próximamente. Aquellas pastoras y predicadores que toman en serio su vocación homilética, saben que predicar no es asunto de pararse frente a un podio y abrir la boca a ver qué sale. Requiere tiempo: horas, días. Requiere oración. Requiere disciplina de estudio. Requiere lectura, mucha lectura. Y requiere escritura, borradores, y más escritura.

Examinando las lecturas bíblicas del calendario litúrgico asignadas para el domingo, me encuentro con Juan 1.29-51. La misma es una narración extensa que contiene mucha “tela para cortar” y hablar sobre el llamado del Señor y la importancia del testimonio. Pero de todo ello, hasta ahora, un detalle de la narración me hace pensar mucho (v. 46): "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" Es la pregunta del prejuicio y el menosprecio, la pregunta que toma como poca cosa a una persona por su lugar de procedencia. Es una pregunta cargada de pesimismo. En el caso particular que reseña la narración bíblica, sabemos bien la respuesta a dicha pregunta: de Nazaret no solo salió "algo bueno", sino que de allí salió lo mejor, "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo", Jesucristo de Nazaret.

Ante el embate de una ola de sismos que no termina, a dos años del azote de dos poderosos huracanes, en medio de las circunstancias presentes y el sentido de impotencia y cansancio que vivimos como pueblo puertorriqueño, quizás en muchas mentes pulule una pregunta similar:

"¿Y de Puerto Rico puede salir algo bueno?"

... y de Guayanilla... y de Adjuntas... y de Bayamón... y de Aguadilla... y de Lares... y de Peñuelas... y de ______________ (llene el blanco según su predilección)... puede salir algo bueno?

En medio de la ansiedad de los constantes temblores y réplicas, en medio de las lágrimas y el agotamiento de tres años de una interminable recuperación, y en medio de la mediocridad y jaibería de las autoridades locales y federales que anteponen su “ganancia” politiquera a las necesidades del pueblo, quizás sintamos la tentación de responder con un “No, de aquí no puede salir algo bueno.”

Sin embargo, al contemplar el panorama con mayor detenimiento, podemos contemplar otras realidades. Observamos la gente humilde que desinteresadamente comparte de lo poco que tiene. Observamos a los rescatistas que trabajan día y noche para socorrer al pueblo. Observamos a miles de voluntarios poniendo de sus recursos para colectar y entregar suministros y ayuda de primera necesidad a las áreas afectadas. Observamos psicólogas, trabajadores sociales, pastoras, y consejeros brindando servicios para aliviar la pesada carga emocional de nuestro pueblo. Observamos a los vecinos que en una cocina improvisada preparan alimentos para compartir con los demás. Observamos a quienes trabajan de sol a sol atendiendo necesidades sin necesidad de tomar “selfies” para que les feliciten en las redes sociales. Observamos a la diáspora que con el corazón estrujado se organiza para ayudar desde la distancia. En múltiples formas observamos la solidaridad pasar del mundo de las ideas a la acción concreta...

Y observando todo eso, tenemos que responder un rotundo SÍ, DE PUERTO RICO PUEDE SALIR, Y DE FACTO SALE ALGO BUENO: el alma compasiva que nos une en un vínculo de hermandad capaz de resistir huracanes y terremotos. El camino por delante se torna cada vez más largo, pero con perseverancia, con fe y con esperanza seguiremos andando juntos, aquí, allá y “hasta en la Luna.”

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