Día de todos los santos

«Por lo tanto, también nosotros, que tenemos tan grande nube de testigos a nuestro alrededor, liberémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe...» ---Hebreos 12.1-2 RVC

En tradiciones cristianas tempranas los días de los santos comenzaron como una manera de marcar el aniversario de la muerte de algún mártir.  Los mártires fueron devotos, hombres y mujeres, que murieron por causa de su testimonio de Cristo (la palabra "mártir" tiene su origen en el término griego que significa "testigo").  Se trata de personas que fueron cruelmente asesinadas como consecuencia de su fe en el Señor Jesucristo.  A mediados del primer milenio de la iglesia cristiana, ya eran demasiados los mártires (especialmente durante la gran persecución de Diocleciano), por lo que eventualmente se estableció el “día de todos los santos” como una oportunidad para honrar a todos los mártires conocidos y desconocidos.  Desde el año 835, la festividad se celebra el 1ro de noviembre.

En la tradición reformada celebramos también el día de todos los santos, enfocado principalmente en agradecer a Dios por el testimonio de quienes nos precedieron, haciendo énfasis en la santificación de todo el pueblo de Dios.  Observamos que los autores de las cartas en el Nuevo Testamento se referían al pueblo creyente como "santos", por ejemplo: «Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con ustedes» (Colosenses 1.1-2).

También observamos que se reconoce las vidas de aquellas personas que cumplieron fielmente "la carrera de la fe", haciendo camino y dando ejemplo para quienes seguimos sus pasos.  El autor de la Carta a los Hebreos les llama la «grande nube de testigos» (Heb 1.1).

Con motivo de esta festividad, entonces, te invito a tomar un tiempo y recordar con gratitud aquellas personas amadas que hicieron camino, abrieron puertas, fueron de inspiración o simplemente te echaron una mano para que seas quien eres y llegues a donde estás.  Gente que se nos adelantó en la jornada y hoy se encuentra disfrutando de la presencia divina en la eternidad.  Ellas y ellos cumplieron su propósito y hoy descansan en los brazos del Señor. A nosotros aún nos resta un tramo de la carrera: seamos también inspiración para quienes vienen atrás.

Soli Deo Gloria.

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