Espadas en arados

«El Señor juzgará entre las naciones y decidirá los pleitos de pueblos numerosos. Ellos convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro ni a recibir instrucción para la guerra. ¡Vamos, pueblo de Jacob, caminemos a la luz del Señor!  (Isaías 2.4-5 DHH)

Las imágenes visuales de niños(as) muriendo por el efecto de armas químicas son imágenes muy fuertes, tan fuertes que borran de la memoria colectiva las imágenes de los efectos como resultado de la radiación que deja otro tipo de armas: las armas nucleares.

Llevo días consternado e inquieto por el desarrollo de la situación internacional a raíz de la guerra civil que lleva cerca de dos años ocurriendo en Siria. Me resulta preocupante la insistencia de nuestro gobierno (USA) en llevar a cabo un ataque contra Siria como “respuesta” al (alegado) uso de armas químicas por parte de la dictadura de Bashar Al-Asad contra comunidades insurgentes.  Me resulta preocupante que la administración Obama no haya querido esperar los resultados de las pruebas científicas realizadas por los especialistas de la ONU. Me resulta sospechoso que la administración alegue tener evidencia que constantemente ha denegado mostrar (ver artículo). Me hace recordar la narrativa del gobierno que hace una década juraba que Iraq poseía armas de destrucción masiva como razón para justificar una invasión en la cual nunca tales armas aparecieron.

La situación en Siria es mucho más compleja de lo que los medios de comunicación suelen mostrar.  No es sorpresa que gente en la calle repita el cuento de que “en Siria tienen armas químicas que podrían utilizar contra nosotros si no se hace algo ahora”. Para beneficio de todos(as) comparto un artículo muy bueno que nos puede ayudar a entender un poco mejor la situación allí: “¿Quiénes son los buenos y los malos en la guerra de Siria?”, (ver artículo).

Nucleares o químicas, las armas de destrucción masiva son eso mismo: instrumentos para destruir y exterminar.  No hay manera “benigna” de hacer eso.  Los pueblos son los que han sufrido y seguirán sufriendo las espantosas consecuencias de la “creatividad” humana para la muerte. Ciertamente debe alarmarnos la posibilidad del uso de armas químicas en cualquier parte del planeta. Pero igualmente debiera alarmarnos la posibilidad del uso de armas nucleares - y de esas nosotros tenemos cerca de 7,700 (ver artículo sobre informe de los arsenales nucleares existentes en el mundo). Lo que es más horrendo: somos la única nación que ha utilizado esta invención infernal contra otros seres humanos, no una vez, sino dos (Hiroshima, Nagasaki, 6 y 9 de agosto de 1945 respectivamente).

Nuestra Iglesia, Presbyterian Church (USA), se ha estado pronunciando consistentemente en contra de intervenciones bélicas y “soluciones” militares.  Nuestra Asamblea General #220 se pronunció específicamente en relación a la situación en Siria (descargar documento: en español / en inglés). Recientemente el Rev. Gradye Parsons, Secretario Permamente de nuestra Iglesia, emitió un llamado a la acción por la paz (ver vídeo). El Sínodo Nacional Evangélico de Siria y el Líbano, una voz que representa a hermanas y hermanos cristianos que viven en Siria, escribió a nuestra Iglesia urgiendo a que se promuevan acciones pacíficas y no una intervención bélica (ver carta). Múltiples voces a coro insisten en que un ataque empeoraría las cosas.  De todas esas voces, hay una voz que por este medio quiero destacar, es la voz de aquel carpintero de Nazaret que pronunció una bendición diciendo: «Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos» (Mateo 5.9 DHH).

Elevo mi clamor a Dios para que cobremos conciencia del gran error que constituye la constante promoción de la guerra.

Elevo mi clamor a Dios para que en todas las esferas donde nos movemos y actuamos, desde lo íntimo hasta lo público, desde lo personal hasta lo colectivo, podamos ser agentes promotores y constructores de paz.

Elevo mi clamor a Dios para que algún día podamos ver el sueño del profeta Isaías convertido en realidad: que los instrumentos de guerra y destrucción sean convertidos en instrumentos de siembra y edificación; que los instrumentos de muerte den paso a los instrumentos de vida; que los humanos finalmente caminemos a la luz del Señor.

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