Para que no caigan en la locura
Salmo 85.8-13
La vida es complicada, es difícil, y nos presenta retos, problemas y tragedias personales y colectivas. En ocasiones dichas circunstancias adversas son tan frecuentes que puede parecer una historia que no tiene fin. Más allá de la experiencia personal, una mirada a los medios noticiosos nos permite ver cuán lastimada está la humanidad en todas partes. Hay quienes sienten que tanta mala noticia pudiese llevarles "al borde de la locura”.
Guerras, levantamientos, terremotos, hambre, pestilencias, intolerancias y persecuciones de todo tipo, angustias, traiciones, fragmentación familiar, confusión, miedo ... son experiencias que han acompañado a la humanidad desde que el mundo es mundo. En estos tiempos nuestro poder destructivo es mayor, así como la tecnología por la cuál se difunde la información de los acontecimientos, no obstante el dolor humano y las ansiedades trascienden las épocas y las culturas. Por eso podemos identificarnos con las palabras de los salmistas bíblicos.
El Salmo 85 es uno que se encuentra muy ligado a la experiencia del destierro del antiguo Israel, un evento que dejó profundas huellas de desolación y dolorosas frustraciones individuales y nacionales. El autor, como cualquiera de nosotros, ha sobrellevado la carga de grandes preocupaciones y tristezas, por eso cobran especial significado sus expresiones: «Escucharé lo que Dios el Señor va a decir; va a hablar de paz a su pueblo y a sus santos, para que no caigan en la locura» (v. 8). Aunque la vida sea como es – complicada, injusta, difícil – no tenemos porqué ser arrastrados por el desánimo y la ansiedad. El mensaje de Dios es capaz de poner paz en nuestras mentes y corazones, una paz que sobrepasa nuestra capacidad de entenderla.
En estos días de Adviento, hacemos nuestras las palabras del salmista al decir: «Su salvación está cerca de los que le temen...» (v. 9). Nos abrazamos a la visión utópica y esperanzadora de gran hermosura, llegará un día en que «Se encontrarán la misericordia y la verdad, se besarán la justicia y la paz» (v. 10). Quiera el Señor concedernos el ánimo y la fe, para seguir adelante, siempre creyendo, anhelando, trabajando y luchando por ese mundo mejor.
La vida es complicada, es difícil, y nos presenta retos, problemas y tragedias personales y colectivas. En ocasiones dichas circunstancias adversas son tan frecuentes que puede parecer una historia que no tiene fin. Más allá de la experiencia personal, una mirada a los medios noticiosos nos permite ver cuán lastimada está la humanidad en todas partes. Hay quienes sienten que tanta mala noticia pudiese llevarles "al borde de la locura”.
Guerras, levantamientos, terremotos, hambre, pestilencias, intolerancias y persecuciones de todo tipo, angustias, traiciones, fragmentación familiar, confusión, miedo ... son experiencias que han acompañado a la humanidad desde que el mundo es mundo. En estos tiempos nuestro poder destructivo es mayor, así como la tecnología por la cuál se difunde la información de los acontecimientos, no obstante el dolor humano y las ansiedades trascienden las épocas y las culturas. Por eso podemos identificarnos con las palabras de los salmistas bíblicos.
El Salmo 85 es uno que se encuentra muy ligado a la experiencia del destierro del antiguo Israel, un evento que dejó profundas huellas de desolación y dolorosas frustraciones individuales y nacionales. El autor, como cualquiera de nosotros, ha sobrellevado la carga de grandes preocupaciones y tristezas, por eso cobran especial significado sus expresiones: «Escucharé lo que Dios el Señor va a decir; va a hablar de paz a su pueblo y a sus santos, para que no caigan en la locura» (v. 8). Aunque la vida sea como es – complicada, injusta, difícil – no tenemos porqué ser arrastrados por el desánimo y la ansiedad. El mensaje de Dios es capaz de poner paz en nuestras mentes y corazones, una paz que sobrepasa nuestra capacidad de entenderla.
En estos días de Adviento, hacemos nuestras las palabras del salmista al decir: «Su salvación está cerca de los que le temen...» (v. 9). Nos abrazamos a la visión utópica y esperanzadora de gran hermosura, llegará un día en que «Se encontrarán la misericordia y la verdad, se besarán la justicia y la paz» (v. 10). Quiera el Señor concedernos el ánimo y la fe, para seguir adelante, siempre creyendo, anhelando, trabajando y luchando por ese mundo mejor.
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