El Quinto Evangelio
Es absurda la contradicción existencial de quienes utilizan constantemente los textos bíblicos para injuriar, condenar, infamar y devaluar a otras personas y se atreven llamarle a eso "evangelio". El término "evangelio" significa "buena noticia" y evidentemente su discurso iracundo es de todo menos "buena noticia".
Ciertamente «el evangelio según los santos evangélicos» (como le llamó Juan Carlos Ortiz) difiere muchísimo del evangelio según Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Ese quinto "evangelio" se aparta dramáticamente de lo que Jesucristo enseñó, predicó y practicó. Ese quinto evangelio, bajo un camuflaje de superioridad moral, pisotea la gracia, la caridad y la compasión.
Los heraldos de ese quinto evangelio menosprecian, intimidan y acosan a "los pecadores" y luego se atreven a decir que los aman. Se especializan en mirar la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio. En su arrogancia se adjudican el derecho de juzgar al prójimo. Actúan como aquel fariseo que oraba consigo mismo diciendo: «Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano...» (Lucas 18.11).
Los religiosos leguleyos de los tiempos de Jesús lo criticaban llamándolo «amigo de publicanos y pecadores» (Mateo 11.19). Pues bien, lo que para ellos era un insulto, a fin de cuentas es la mejor descripción de la gracia de Cristo en acción: «Este recibe a los pecadores y come con ellos» (Lucas 15.2). Esa es la buena noticia, ese es el evangelio. Cualquier otra cosa, como decía Pablo de Tarso, «sea anatema» (Gálatas 1.8-9).
A esos ciegos guías de ciegos, sepulcros blanqueados, religiosos(as) pedantes, las palabras de Jesús de Nazaret les confrontan hoy como lo hicieron en el pasado: «De cierto os digo que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios» (Mateo 21.31).
- 1.25.13
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