Algunos pensamientos sobre la predicación y el cuidado pastoral
Hace algún tiempo una querida amiga me preguntó “¿Qué es para ti la predicación y su rol en el cuidado pastoral” -- excelente pregunta que me llevó a pensar y reflexionar cuidadosamente. Cuando hacemos algo durante mucho tiempo (entiéndase "años") podemos caer en la trampa de hacer las cosas de forma mecánica. De esa trampa, los predicadores y predicadoras nos debemos cuidar. Por eso me parece oportuno reflexionar de tiempo en tiempo en asuntos relacionados a la vocación. En ese interés, comparto aquí mi respuesta a la pregunta.
Para mí la predicación es el punto de encuentro fundamental en el cuidado pastoral: pastor y rebaño unidos en tiempo y espacio. La predicación se da primordialmente en el contexto del culto de adoración a Dios cada domingo. Este es el momento en que más personas de la congregación se reúnen, por lo cual ofrece la oportunidad de tener lo que en el campo de las comunicaciones tradicionalmente se conoce como “audiencia cautiva.”[1]
Como pastor, la predicación me ofrece una oportunidad sin igual:
--- para anunciar el evangelio y extender la invitación a seguir los pasos de Jesús en el camino del reino de Dios. Quiero acentuar el término “evangelio”, que significa “buena noticia”. La predicación no es para condenar ni humillar a la audiencia, sino para exponer la buena noticia de la gracia de Dios que en Cristo nos ha llegado.
--- para enseñar y educar la congregación en el discipulado cristiano. La respuesta afirmativa a la gracia de Dios en Cristo, a su vez, nos debe motivar a la gratitud que se expresa en el seguimiento de Jesús. Por tanto, la predicación también es una magnífica oportunidad para guiar a los discípulos(as) en su andar cotidiano: cómo vivir la gracia de Dios en situaciones concretas en el aquí y ahora. A veces me frustro cuando la gente me dice “qué bonito sermón”. Sin embargo me apasiono cuando me dicen “hoy aprendí algo”, “quiero descubrir más sobre tal o cual cosa”, o “de ahora en adelante quiero actuar de tal manera”.
--- para consolar, animar y exhortar a no claudicar en medio de los retos y desafíos del tiempo cotidiano. El camino es duro y sobran las circunstancias (y la gente) cuyo único objetivo es desanimar y entorpecer. Por eso la predicación nos debe inspirar a levantarnos y seguir caminando (aunque en ocasiones sea arrastrándonos o gateando) en el seguimiento de Jesús.
Espero, pues, que este aporte sea de utilidad, a colegas en el ministerio de la predicación para recordarnos de qué se trata todo esto. De igual manera, espero que este aporte sea de utilidad a la feligresía en diversas parroquias y congregaciones, para entender un poco mejor los retos y oportunidades presentes en la vocación de sus pastores y pastoras.
Soli Deo Gloria.
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[1] Claro está, con los adelantos tecnológicos, la audiencia se puede ampliar considerablemente al difundir el mensaje a través de las redes sociales, grabado en audio o en vídeo y publicado en diversas plataformas de comunicación.
Para mí la predicación es el punto de encuentro fundamental en el cuidado pastoral: pastor y rebaño unidos en tiempo y espacio. La predicación se da primordialmente en el contexto del culto de adoración a Dios cada domingo. Este es el momento en que más personas de la congregación se reúnen, por lo cual ofrece la oportunidad de tener lo que en el campo de las comunicaciones tradicionalmente se conoce como “audiencia cautiva.”[1]
Como pastor, la predicación me ofrece una oportunidad sin igual:
--- para anunciar el evangelio y extender la invitación a seguir los pasos de Jesús en el camino del reino de Dios. Quiero acentuar el término “evangelio”, que significa “buena noticia”. La predicación no es para condenar ni humillar a la audiencia, sino para exponer la buena noticia de la gracia de Dios que en Cristo nos ha llegado.
--- para enseñar y educar la congregación en el discipulado cristiano. La respuesta afirmativa a la gracia de Dios en Cristo, a su vez, nos debe motivar a la gratitud que se expresa en el seguimiento de Jesús. Por tanto, la predicación también es una magnífica oportunidad para guiar a los discípulos(as) en su andar cotidiano: cómo vivir la gracia de Dios en situaciones concretas en el aquí y ahora. A veces me frustro cuando la gente me dice “qué bonito sermón”. Sin embargo me apasiono cuando me dicen “hoy aprendí algo”, “quiero descubrir más sobre tal o cual cosa”, o “de ahora en adelante quiero actuar de tal manera”.
--- para consolar, animar y exhortar a no claudicar en medio de los retos y desafíos del tiempo cotidiano. El camino es duro y sobran las circunstancias (y la gente) cuyo único objetivo es desanimar y entorpecer. Por eso la predicación nos debe inspirar a levantarnos y seguir caminando (aunque en ocasiones sea arrastrándonos o gateando) en el seguimiento de Jesús.
Espero, pues, que este aporte sea de utilidad, a colegas en el ministerio de la predicación para recordarnos de qué se trata todo esto. De igual manera, espero que este aporte sea de utilidad a la feligresía en diversas parroquias y congregaciones, para entender un poco mejor los retos y oportunidades presentes en la vocación de sus pastores y pastoras.
Soli Deo Gloria.
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[1] Claro está, con los adelantos tecnológicos, la audiencia se puede ampliar considerablemente al difundir el mensaje a través de las redes sociales, grabado en audio o en vídeo y publicado en diversas plataformas de comunicación.
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