Entre la cárcel y la espada: Reflexiones sobre la oración, resultados, y reacciones


¡Alto! Antes de seguir leyendo estos pensamientos, separa un tiempo breve y lee en tu Biblia el pasaje de Hechos 12.1-17. Luego continúa con esta lectura...

En una ocasión leí un libro en el cuál el autor hizo una afirmación bien interesante. Decía el autor que existen 5 evangelios, a saber: el Evangelio según Mateo, el Evangelio según Marcos, el Evangelio según Lucas, el Evangelio según Juan y "el Evangelio según los Santos Evangélicos". Encontré la aseveración de lo más curiosa. Explicaba el autor que este "quinto" evangelio se compone de todos los pasajes de la Biblia que nos gustan, dejando de lado o eliminando aquellos que no son de nuestro agrado, por las razones que sea. Ese quinto evangelio está lleno de los textos bíblicos que acarician el alma, pero no contiene los textos bíblicos que confrontan nuestra conciencia. El texto bíblico que comento en esta ocasión, parece pertenecer a este quinto evangelio, y dentro de un rato explicaré por qué lo digo.

Mientras tanto, quisiera hacer algunas observaciones sobre lo leído, particularmente en los versos 6-17. Allí se cuenta una narración relacionada a la liberación milagrosa que recibió el Apóstol Pedro una de las ocasiones en que fue encarcelado. La narración del Libro de los Hechos nos indica que ya la Iglesia cristiana primitiva --principalmente sus líderes--, estaba padeciendo persecución por causa de su fe en Jesús. Pedro se encontraba encarcelado y el narrador bíblico puntualiza que mientras eso ocurría, «la Iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él» (v. 5). ¡Qué reconfortante para un líder cristiano saber que su Iglesia le recuerda y le apoya en oración en medio de las dificultades! El narrador bíblico es muy cuidadoso al enfatizar la importancia de la oración cada vez que tiene la oportunidad de hacerlo. Y en este pasaje bíblico, se señala esto al menos en dos ocasiones (vv. 5 y 12). Para ponerlo en palabras cortas y precisas: hay que vivir orando.

Curiosamente, cuenta la narración que Pedro recibió la visita de un ángel que lo fue a sacar milagrosamente de la cárcel pero, ¡le parecía una visión en lugar de una realidad! ¿Acaso no se estaba orando en favor de Pedro? ¿Cuántas veces a nosotros nos ocurre lo mismo? Oramos por la intervención de Dios y cuando Dios interviene nos cuesta trabajo creerlo. A veces --como se dice en mi pueblo-- tenemos en nuestras propias narices las bendiciones de Dios y no las podemos identificar. Nos parece demasiado bueno para ser cierto. Necesitamos pedir al Señor la visión y discernimiento del Espíritu Santo para ver apropiadamente e identificar su intervención en nuestra vida.

Cuando finalmente Pedro salió de la cárcel en forma milagrosa y se apareció en la casa donde precisamente estaban orando por su bienestar, la muchacha que lo atendió se alegró tanto que lo dejó afuera esperando y cuando dio la noticia a los demás ¡la tomaron por loca! (véase el v. 15). ¡Tampoco lo creían! ¡Visión y discernimiento de Dios... qué mucho lo necesitamos! Dios actúa y no lo vemos. Dios se mueve y no lo percibimos. Dios contesta las oraciones y no nos damos cuenta de cuál es su respuesta. En este punto es que planteo que el pasaje pertenece al "quinto evangelio". Generalmente atendemos con devoción y entusiasmo los versos ya comentados (vv. 6-17). ¡Dios obró en favor de Pedro y lo libertó milagrosamente! Ahora bien... usualmente pasamos por alto los versos 1-3...

... ¿Qué pasó con Jacobo? Jacobo, al igual que Pedro, era uno de los tres discípulos más cercanos de Jesús, sus amigos íntimos. Pero en esta narración, Jacobo no tuvo el mismo destino que Pedro: Pedro salió de la cárcel, pero Jacobo fue ejecutado a filo de espada (v. 2). Sabemos que la Iglesia primitiva oraba por sus líderes. ¿Salió mal la oración? ¿Dios quería más a Pedro que a Jacobo? ¿La Iglesia oraba más por Pedro que por los demás? ¿Triunfó Pedro y Jacobo no? Eso, me parece a mí, que es una de las más grandes lecciones del pasaje bíblico. La Biblia, contrario al "evangelio según los santos evangélicos", no sólo nos presenta historias y testimonios "de triunfo", según lo define nuestro sentido común... La Biblia también nos presenta las ocasiones en que las cosas salen como no quisiéramos que salieran. La Biblia también nos confronta con la realidad del dolor y las pruebas que todos -creyentes o no creyentes- tenemos que enfrentar por el solo hecho de estar vivos. Es ahí donde necesitamos madurar. La contestación que recibimos no siempre es la que queremos o creemos. Y no por eso se deja de orar. Y no por eso debemos pensar que Dios no nos ame o nos atienda. Todo tiene su tiempo bajo el Sol, decía "El Predicador". En lugar de ignorar la realidad de las pruebas, debemos buscar qué podemos aprender de ellas, sea cual sea la circunstancia... y así encontraremos triunfo aún en el dolor.

Muchas personas consideran la oración como las órdenes que Aladino daba al Genio de la lámpara. “Dios dame, dame, dame, dame... y si no me das lo que quiero, entonces no me amas, entonces no creo en ti, entonces no existes...” Jesús nos enseñó un modelo diferente. Jesús con su ejemplo nos enseñó que la oración es abrirse y amoldarse a la voluntad perfecta del Padre Celestial. No siempre lo entenderemos, pero podemos tener la garantía de «que a quienes aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien» (Romanos 8), aún aquellas que consideramos negativas. Jesús oraba diciendo «venga tu reino... sea hecha tu voluntad». ¡Quiera Dios que en nosotros pueda desarrollarse esa confianza, esa seguridad y esa sumisión al Padre Celestial!

Nos recuerda el escritor Tommy Tenney (en su libro Desde la perspectiva de Dios) que cuando oramos diciendo "venga tu reino", también eso significa "que se vaya el reino mío". Los dos reinos no pueden coexistir. En mi vida reino yo, o reina el Señor... pero no puede haber dos reyes. Enseñan Las Escrituras (y la experiencia de muchos de nosotros lo confirma) que la voluntad de Dios es «buena, agradable y perfecta». Encontraremos bendición, satisfacción y realización en la medida en que aprendamos a abrirnos a esa voluntad divina, aún cuando estemos entre la cárcel y la espada. En última instancia, lo más importante no es "donde" estar, si en todo tiempo y todo lugar aprendemos a vivir en la compañía del Señor.

Comentarios

  1. Un saludo desde Puerto Rico a ti y a tu amada esposa. El articulo estuvo muy bueno y sobre todo muy edificante. Es cierto a veces nos concentramos en dame, dame y dame y nos olvidamos que a veces a situaciones que tenemos que pasar y que en el proceso nos hacen crecer como cristianos y seres humanos.

    Bendiciones,

    Maritza

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La vasija se echó a perder

Todo lo que respira

Parábola de los pescadores