Iglesia eres tú...


Me resulta curioso observar una y otra vez la generalización del concepto iglesia = templo.  Durante mis años de obra pastoral he enseñado que la iglesia no es el edificio, sino la comunidad creyente.  Ahora bien, he observado que quienes han entendido que iglesia es la comunidad y no el edificio, no se perciben a sí mismos como parte de esa comunidad.  Es decir, aunque participan semanalmente de los servicios de adoración a Dios y otros eventos eclesiales, no se ven a sí mismos como iglesia, iglesia es "la otra gente", el liderato, quienes participan en comités y grupos de trabajo.  Lo cierto es que iglesia somos todos(as).  Por eso es importante que al referirnos a "la misión de la iglesia", entendamos que no es la misión de otras personas, sino nuestra.  Donde quiera que estemos, hablemos y obremos, allí está, habla y obra la iglesia.  Con eso en mente te invito a reflexionar sobre las siguientes porciones del Libro de Confesiones (Primera parte de la Constitución de la Iglesia Presbiteriana EUA) con un sentido de pertenencia, es decir, con la conciencia de que iglesia eres tú, iglesia soy yo...
«La Iglesia Cristiana es la congregación de los hermanos en la cual Jesucristo actúa al presente como el Señor en la Palabra y el sacramento por medio del Espíritu Santo. Como la Iglesia de pecadores perdonados, tiene que testificar en medio de un mundo pecaminoso, con su fe así como con su obediencia, con su mensaje como con su orden; que la iglesia es solamente propiedad de él, y que ella vive y desea vivir sólo por su consolación y dirección, en la expectativa de su aparición.» (Declaración Teológica de Barmen, 8.17)

«La vida, la muerte, la resurrección y el retorno prometido de Jesucristo han establecido el modelo para la misión de la iglesia. Su vida como ser humano envuelve a la iglesia en la vida ordinaria de la humanidad. Su servicio a los seres humanos compromete a la iglesia a trabajar en pro del bienestar humano en todas sus formas. Su sufrimiento hace a la iglesia sensible a todos los sufrimientos humanos, de manera que contempla la faz de Cristo en el rostro de los seres humanos que sufren toda clase de privaciones. Su crucifixión revela a la iglesia el juicio de Dios sobre la crueldad del ser humano hacia sus semejantes, y las consecuencias terribles de su propia complicidad en la injusticia.» (Confesión de 1967, 9.32)

«En el poder del Cristo resucitado y en la esperanza de su retorno, la iglesia contempla la promesa de la renovación de la vida del ser humano en la sociedad y de la victoria de Dios sobre toda maldad. La iglesia sigue este modelo en su forma de vida y en su método de trabajo. Vivir y servir de esta manera es confesar a Cristo como Señor.» (Confesión de 1967, 9.33)

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